DIANA SEDANO

View Gallery 5 Photos
“ESPERARÍA QUE EL TEATRO SEA UN LUGAR DONDE SE DISCUTAN LAS IDEAS EN SERIO, EN DONDE ALGO SE PONGA EN TELA DE JUICIO, DONDE NO NECESITEMOS ESTAR DE ACUERDO.”
Foto: iEve González

La actriz, directora y gestora Diana Sedano nos habla de cómo es ser mujer en el medio de los escenarios de teatro mexicano, así como las limitaciones, posibilidades y los replanteamientos que considera necesarios para una escena que se transforma constantemente

Dixpa – Entiendo que has estado más involucrada en el teatro, en términos generales, pero ¿Qué encuentra en esta disciplina una actriz como tú?¿Qué encuentra en esta disciplina una directora?

Diana Sedano – Sí, me dedico al teatro fundamentalmente, sí, pero últimamente también me involucré un poco en el cine y empecé a hacer dirección de casting y a coachear actores naturales. El teatro es mi lugar fundacional, eso lo tengo muy claro. Como actriz, siento que nos permite mucho más juego escénico y juego actoral porque siento que el cine, salvo que tengas un personaje para desarrollar a lo largo de una película o una serie, no tiene las mismas posibilidades. De otra manera, entre esas grandes producciones, salvo honradas excepciones, todo está en función de factores como la edición y otras cosas donde el actor no tiene injerencia. De hecho, a veces hasta se pierde lo que haces y en el teatro, pues, es más un lugar de juego y conocimiento. La actuación es de los únicos espacios donde se juntan conocimiento y reconocimiento sobre el mundo.

Dixpa – ¿Cómo terminas por convertirte en directora?

Diana Sedano – Estuvo chistoso: siento que siempre tuve la curiosidad, aun cuando estaba estudiando. Mi madre era actriz y decidió dejar de actuar porque tenía una compañía en Cuernavaca donde, a veces, se encargaba de dirigir. Ella producía las cosas que deseaba hacer y, por eso, crear con libertad siempre estuvo en mi cabeza. Sólo decidí pausar un momento la idea para estudiar y entrar en una dinámica más construida alrededor de la actuación. Total que di un rodeo para llegar al lugar que me fundó y, un buen día, yo tuve esta necesidad de hacer una obra llamada El Tornaviaje: que habla sobre mí y mi relación con mi padre. Cuando empecé a investigar y a contarle del proyecto a amigos, sobre todo a hombres que trabajan como directores y dramaturgos, me decían “yo te ayudo a escribirla”, “yo te la dirijo” y yo sólo pensaba “esto no va a funcionar así”.

Eventualmente, tomé la decisión de juntar esfuerzos con otras personas, que fueron Ricardo Rodríguez y Ceci Ramírez Romo, para que me acompañaran en el proceso. Por un tiempo no supe qué estaba haciendo: si dirigíamos juntos, si ellos me dirigían a mí, si yo lo estaba haciendo sola, en fin. Me costó mucho trabajo poner el crédito de quién dirigió esta obra y así entendí que vivo la dirección como un gesto colectivo y por eso me decidí a sobre todo, codirigir. Después de Tornaviaje codirigí una obra para la UNAM con Mariana García Franco y este año me llamaron de la Compañía Nacional de Teatro para dirigir otra obra: yo no sabía por qué me hablaron, si se trata de una compañía tan importante. Por más que uno tenga ciertas ideas de sí mismo o cierto ego, se sabe a qué directores y directoras convocan y me pareció que yo no tenía el perfil completo. Aunque, probablemente, sí tengo el artístico o el actoral para ser convocada, no sentía que tuviera el necesario para participar en la dirección.

Primero dije “déjenme pensarlo” y estuve a punto de rechazar el proyecto. Luego estuve a punto de decir que sí, pero en codirección con Ricardo, que es con quien más trabajo. Pero antes de darles mi respuesta final, pregunté cómo habían llegado a mí y dijeron que por Valeria Loera, que ella me había propuesto. Ahí me detuve un momento y dije “¿por qué si esta mujer, que escribió un texto padrísimo y divertidísimo, me está convocando a mí yo pienso que necesito a alguien más para entrarle?” Ahí dije “ésta me la aviento sola” y así se dio mi primer crédito individual en dirección. Yo construyo este ejercicio desde un espacio muy particular: no sé bien cómo, pero lo he vivido como actriz, en el sentido de que nunca tengo nada por seguro ni doy las cosas por sentado. Todo, hasta cierto punto, lo aprendo en el proceso. Sentí que me convenía jalar eso al área de dirección. Aunque sabía cosas como, por decir, hacia dónde llevar los textos y las producciones, también le perdí pudor a cosas como admitir “no sé como resolver esto. Déjenme pensarlo”. Lo más normal es que, quienes se encargan de la dirección, aseguren tenerlo todo claro.

AHORA TENEMOS UN COMPROMISO MAYOR CON CIERTOS TEMAS Y ME SIENTO CONTENTA DE VIVIR EN UN MOMENTO ASÍ.

Dixpa – El espacio de dirección del teatro casi siempre lo ocuparon hombres, pero poco a poco están cambiando estas cosas en nuestro país con tu llegada y la de otras directoras, la llegada de nuevas dramaturgas o la Compañía Nacional buscando hablar de circunstancias donde, hasta hace muy poco, nunca entraban… ¿Cómo vives este tipo de cambios?

Diana Sedano – Yo los vivo como un privilegio: No me puedo hacer wey. Estoy en un lugar donde lo que hasta hace unas décadas no representaba una ventaja, ahora lo es. Ahora, por ejemplo, que estuve en el Ciclo de Dramaturgia y Creación Escénica Contemporánea Escrita y Dirigida por Mujeres, entrevisté actrices mayores de 60 años y todas hablan de directores en masculino: Nancy Cárdenas fue de las únicas directoras que sonó entre los nombres típicos de esa época. Fue un tiempo donde sé que era muy difícil pensarte o imaginarte como directora porque los referentes eran pocos. De hecho, yo creo que el decidirme por la actuación en un primer momento también sucedió porque no imaginaba siquiera que existía un camino como directora: gracias a las puertas que han abierto las discusiones públicas modernas fue que empecé a vislumbrar mejor esta oportunidad y, bueno: apareció.

Estoy agradecida con el tiempo donde me tocó vivir porque me parece que es una fortuna no sólo para mí, sino para todas las mujeres incluso si nos toca pelear con cosas desalentadoras. Ahora yo veo, porque también doy clases, que cuando mis alumnas me miran a mí dirigir o me ven al frente de proyectos, ellas empiezan a concebir sus posibilidades en torno a la creación de maneras muy distintas: eso siempre es motivador. Hace falta reconocer que estamos en un momento social donde, claramente, muchas instituciones y foros, desde los lugares más comerciales hasta los más puristas, buscan cómo agarrarse de ciertos temas que están latentes, como la discusión sobre el género o la violencia, pero al final somos las personas quienes alimentamos o descuidamos las discusiones. Hay que asumir nuestra responsabilidad: ahora tenemos un compromiso mayor con ciertos temas y me siento contenta de vivir en un momento así. También creo importante decir que nunca me he sentido menos por ser mujer: nunca. No sé si es por cómo me educaron, porque vengo de una familia de puras mujeres donde todas son grandotas y cabronas, o no sé qué sea. Pero eso no significa que no haya vivido atropellos como artista.

Hoy en día, como mujeres, estamos en un momento duro porque seguimos en un punto histórico transicional, pero también es un momento donde podemos ser quienes somos sin dejarnos engañar por el espejismo del pasado. No hay que quitar el dedo del renglón, sino hablar y preguntarnos ¿Qué queremos decir? Y no por ser mujeres y directoras tenemos que compartir los mismos temas, porque igual pasa que un día quiero hablar del ojo de Dios y al otro de un perro. Siento que la contraparte del momento que vivimos en la actualidad es que, cada vez que haces una obra, te preguntan exactamente las mismas cosas: como si vinieran escritas en el mismo catálogo de preguntas formuladas.

VIVO DE ACUERDO AL TIEMPO Y VIVO CADA TIPO DE TEATRO DE LA MISMA MANERA.

Dixpa – ¿Cómo asumes la existencia de la diversidad en este momento histórico? ¿Cómo se encuentran las palabras para construir otros discursos que ocurran más allá de temas como la violencia?

Diana Sedano – Yo creo que se debe asumir lo que a cada quien le atraviese: si es un perro, bueno, pensaremos en cómo camina o cruza la calle o si es para explorar la violencia de género o si es lo que sea, pues ya encontraremos sus detalles. Cada persona necesita hacerse cargo de lo que en verdad le resulta importante o lo que le surge desde dentro como respuesta a cada situación. En estos momentos de creación y creatividad es que también existe un momento donde puedes encontrar una cierta originalidad para compartir tus resultados. A mí me sorprende que, de pronto, ya todo el mundo artístico hable de lo mismo y lo haga de la misma manera. Yo sí me pregunto “¿eso no es peligroso?” Peligroso y sospechoso, en realidad, porque es raro hallar discursos tan homogéneos en el arte: yo sí respondo “ay, ya no quiero hablar de eso” cuando veo que hay mucha gente repitiéndose y prefiero buscar qué cosas diferentes puedo aportar a la discusión.

Dixpa – ¿Qué esperas de los escenarios nacionales en general? ¿Hacia dónde crees que tendría que caminar el nuevo teatro mexicano?

Diana Sedano – Para mí es difícil pensar en el futuro. No sé si fue la pandemia, pero es difícil imaginarlo, sea el mío o el del teatro. Habito más la inmediatez y ojo que no lo digo con frivolidad: sólo vivo de acuerdo al tiempo y vivo cada tipo del teatro de la misma manera. Esperaría que el teatro, como medio, siga siendo un campo de batalla real, donde se discutan las ideas en serio, donde algo se ponga en tela de juicio y no necesitemos estar de acuerdo. Yo no quiero que el teatro me aleccione ni que me diga qué sentir o qué pensar: me gusta el planteamiento de preguntas, pero también me gusta mucho ir a los lugares más viejitos que ven el teatro, primero, como una situación. Espero que no se pierda el arrojo ni que las puestas en escena se vuelvan un lugar aleccionador. Eso sería aburrido.

Dixpa – ¿Tú qué les dices a tus alumnas cuando hablan de esos temas?

Diana Sedano – Ahorita no hablamos mucho al respecto: como sólo doy primer año, más bien estamos en este proceso de desconfiguración, de desconocerse, de fomentar la disposición y la apertura, de que sus energías estén muy altas y sus emociones también. Les digo que yo quise ser actriz porque quería ser Hannibal Lecter: no quería menos y jamás pensé que, por ser mujer, no lo iba a tener. Nunca me cruzó por la mente. Eso lo tengo clarísimo. Sabía que, de repente, había que jugar con ciertas cosas para moverse en la industria, pero nunca perdí el rumbo de mis ambiciones. Por eso cuando mis alumnas me dicen algo sobre las dificultades que hay en los caminos del arte, les digo “ustedes pueden ser lo que sea”. Ahora también, necesitan reconocer sus límites porque, bueno, son muy reales para todas las personas. Una lo sabe. De eso se trata la escuela también, de entender que no tiene nada de malo decir “yo no soy bueno haciendo musicales” y decidirse a no hacer algo con lo que me voy a enojar o que me hará decirle al mundo todo lo injusto que es conmigo. No queremos a la gente diciendo “Dios: chinga tu madre, ¿Por qué no me diste una voz hermosa para poder hacer musicales?” Si no tengo una habilidad o una característica, igual puedo reconocer todas estas otras aptitudes y eso también te permite crecer. A veces te obliga a poner tus deseos en otros lugares, pero creo que tampoco hay que sacarle la vuelta a esos cambios.

UNO ES MUCHAS COSAS Y SI UNA DECIDE LLAMARSE DIRECTORA O DRAMATURGA O ACTRIZ, BUENO ES ALGO PERSONAL. NO DEPENDE SÓLO DE LO QUE HAGAS BIEN O MAL, DE SI LA GENTE TE LEGITIMA O RESPETA, DEL TIEMPO QUE LE DEDIQUES A UNA COSA O A LA OTRA Y MENOS DE SI TE CALIFICAN O TE SALE “BIEN O MAL” LAS COSAS.

Dixpa – ¿Tú crees que tu generación dejará alguna huella o algún camino para que las personas más jóvenes descubran nuevas oportunidades profesionales? ¿Qué consejo le darías a quienes apenas comienzan su entrenamiento profesional?

Diana Sedano – Yo siento que se está dejando un camino, sí. Varios y varias creadoras ya lo hacen, pero lo de la generación como concepto lo vivo de un modo raro: sé de qué generación soy, pero, por ejemplo, siento que mi generación está compuesta sólo por personas vivas y eso abarca desde mis alumnas hasta Luis De Tavira. Cada persona tiene algo que aprender de la otra. Mi idea de generación está basada en intercambios y diálogos vivos. Respondiendo a lo otro, hace mucha falta no perder el rigor: eso sí siento que hay que cuidarlo. No sé si en la actualidad veamos tantos cambios alrededor de este tema como consecuencia de las interacciones en redes sociales o la rapidez con la que se distribuye la información en el internet, pero el principal problema de la actualidad nace en que todo pasa y se siente tan rápido que perdemos el tiempo para la reflexión, cuando lo que necesita el teatro, y el arte en general, es eso. Es como si quisiera cocinar una pasta deliciosa, pero cada elemento necesita una cierta preparación y tienes que cocer esto y esto aparte y, luego, juntarlo acá. Del otro lado de la moneda está el prepararte una sopa maruchan. Hay ciertas ideas y prácticas alrededor del tiempo cuyo uso tenemos que defender como artistas, porque no es lo mismo crear contenidos que duren segundos o minutos en Tik Tok o en reels, que escribir y montar una obra de teatro desde cero, aunque sea una propuesta donde hagas lip-sync o tenga elementos de otros medios. La producción, en ese sentido, por eso es así de distinta: necesita reflexión, necesita atención al detalle y tiene una relación estrecha con el rigor y muchas preguntas de por qué hacemos lo que hacemos.

Otra cosa que tiene que ver con lo que me preguntabas hace rato, es que hay muchísimas formas de ser actriz y no sólo habría que seguir esta nueva idea de la actriz-modelo-influencer. Eso pareciera que sólo nació para imitar algo que tuvo éxito y pegó una y dos y más veces. No se si sea mi paranoia mediática, pero sí es recurrente ver a personas con mucho talento que persiguen eso como si no hubiera ninguna otra opción y ni al caso. Hay maneras infinitas de vivir el arte y que, de repente, en el mismo gremio o hasta como generación vivamos esta cosa aspiracional o reduccionista de “no, tú no vas a poder dirigir porque eres mejor actriz” o “tú eres mejor dramaturgo que director, entonces mejor sólo escribe” no ayuda en nada. Siento que los artistas escénicos de renombre son cada vez menos, aunque cada vez hay más escuelas de actuación y más personas entrándole a la actuación. Tenemos mucho trabajo por hacer para mejorar el presente y deshacernos del pasado. Recuerdo a un director que me dijo “tú nunca vas a dirigir. Eres demasiado emocional y nunca vas a poder hacerlo”. Me lo dijo así: tal cual. Lo malo es que es fácil comprarse esas ideas y siento que, por repetir patrones, hemos perdido mucho tiempo valioso para crear. Uno es muchas cosas y si una decide llamarse directora o dramaturga o actriz, bueno, es algo personal. No depende sólo de que lo hagas bien o mal, de si la gente te legitima o respeta, del tiempo que le dediques a una cosa o la otra y menos de si te califican o te salen “bien” o “mal” las cosas.

SUSCRÍBETE

Recibe mes con mes nuestro número descargable gratis!