JERÓNIMO SAINZ DE AGÜERO

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LA HISTORIA DE LA CERÁMICADIFÍCILMENTE TRAZA UNA SOLA LÍNEA. ES UNA RED DONDE LAS COSAS VAN, VIENEN Y SE ENTRECRUZAN.
Foto de obra: Mónica Fernández | Retrato: iEve González

Jerónimo Sainz, artista, maestro, biólogo y alfarero comparte con nosotros sus reflexiones alrededor de la cerámica y cómo construye tanto su trabajo como a la comunidad de su taller El Engaño.

Dixpa – La alfarería parece un término que, desde hace un tiempo, no es tan fácil usar sin provocar muchas preguntas. ¿Tú cómo caminas por esas tierras?

Jerónimo Sainz de Agüero- Yo llegué a este trabajo desde la primaria: había una maestra que me dio clases de cerámica en quinto y sexto y eso me creó un amor inmenso hacia esta actividad porque, siendo un niño, me permitió crear cosas que la escuela no me daba, como macetas, esculturas o hacer juguetes. Ya después, en la prepa, pasé por procesos personales difíciles y mi santa madre me dijo “Te voy a pagar unas clases de cerámica: ve a aprender a ese taller porque algo aquí no está funcionando”. Yo me sentía muy enojado y triste casi todo el tiempo, teniendo roces con todo a mi alrededor, y la cerámica se volvió un pequeño paraíso donde pude explorar cosas que no había atendido en mi vida. En ese taller de mi adolescencia me quedé 7 años y, mientras hacía la carrera de biología, seguí con mi cerámica y eso me fue jalando, jalando y jalando hasta que tomé la decisión de que quería vivir transformando la tierra con mis manos. Un poco pensando en cómo hablamos sobre la cerámica, es cierto que hay muchos conceptos juntos: alfarería, diseño, arte, artesanía, incluso los artesanos y sus tradiciones e ideas culturales propias.

Hoy día, por ejemplo, prefiero llamar a la cerámica “arcillas cocidas” porque, entre todos los materiales disponibles, existen tanto pastas cerámicas como diferentes tipos de barro y muchísimas técnicas con las que nos hemos acercado a cada posibilidad. Es una disciplina que ha estado presente en todas las culturas, que ha definido la identidad de comunidades enteras y, gracias a eso, existe una paleta de diversidad y acercamientos inabarcable. A todo esto, yo también agregaría que es necesario separar el oficio alfarero y de creación de cerámica utilitaria del de procesos de creación industriales: una cosa es crear para mercados locales o personales con procesos manuales, pero otra bien distinta es la cerámica que vende Liverpool, por ejemplo, o la cerámica que encuentras en el súper.

Yo me rehúso a incluir cualquier producto de esa línea en el oficio de la alfarería, sobre todo porque esta práctica sigue teniendo un valor comunitario y se construye desde lo colectivo, desde un lugar donde ciertos talleres guardan historias larguísimas que sobreviven y cambian a través del tiempo. Yo corto la relación de este oficio con el arte porque el concepto del arte justo tiene orígenes mayormente europeos, definido por personas heterosexuales, blancas, colonizantes y cuantas cosas y hacer el intento de acomodar toda la alfarería o toda la cerámica en categorías de “arte” le resta un montón de discursos y expresiones bellísimas. Trabajar con cerámica te mete en un espacio increíble donde hay muchas capas de discusión, desde personales hasta colectivas o geográficas, que son una delicia porque influyen en los procesos de elaboración. Existen muchos choques y muchas batallas discursivas en la práctica que, es evidente, se originan en cómo el empeño del sistema por jerarquizar y normalizar las identidades que rodean a esta práctica desde hace 500 años. Hoy está súper de moda la cerámica y todo el mundo quiere hacerla: todo el mundo tiene ganas de embarrarse con ella y por eso considero bien importante tomar una postura para no invisibilizar ni borrar toda la diversidad que hay en nuestra práctica. Sobre todo, porque su historia difícilmente traza una sola línea: es más una red donde las cosas van, vienen y se entrecruzan.

Dixpa – Parece que en la década de los setentas y ochentas se acentúa la diferencia entre quién puede hacer cerámica y quién no: hoy, 50 años después, en gran parte gracias a discusiones sociales como las luchas LGBT+ y el feminismo, estamos en un lugar nuevo respecto a la inclusión. ¿Tú cómo abordas estos cambios? ¿Cómo lo platicas con tus alumnos?

Jerónimo Sainz de Agüero- En El Engaño Casa-Cerámica siempre procuramos tener diálogos porque, al final, con la actividad docente también se construye una parte de la personalidad ajena. Una clase de cerámica no sólo es la parte técnica de “te voy a enseñar a hacer una maceta”, sino que hay un montón de cultura, información, de saberes y experiencias detrás de la práctica que, muchas veces, no se reconoce o que son aspectos a los que no se les da la importancia necesaria. En mi cabeza, la cerámica desde el Renacimiento, más o menos, tiene esta división entre artesano y artista: entre los primeros debates al respecto está el discurso alrededor de las vasijas y cómo la alfarería no es creativa o no es arte porque es repetitiva, porque es funcional y, a partir de eso, se justifica su exclusión de espacios y dinámicas de exposición más “establecidas”.

Eso aisló, por ahí del siglo XX, a la cerámica como un recurso artístico material “válido” y se borró a diferentes talleres y entidades de los discursos hegemónicos en México, donde se construyó un sistema de pensamiento donde, en los setentas y ochentas, la cerámica que se había quedado en los pueblos y poblaciones marginadas, empezó a cobrar otros colores cuando las personas clasemedieras comenzaron a practicarla mucho más cerca del sistema y los circuitos mainstream del arte con todos sus privilegios, reconocimientos, validación y mercado. Pero, aun así, los círculos más poderosos e influyentes asignaban todavía una carga indígena, rural y artesanal de la manera más peyorativa que puedas imaginar a todas las categorías del trabajo alfarero. Debido a esto, las personas de las que te hablo se inventan el término ceramista y, de la nada, aparece una categoría nueva del trabajo con arcillas cocidas que es más cosmopolita, según, y pone en una jerarquía diferente a artistas, ceramistas y artesanos. Siguiendo esa lógica, ser “ceramista” era de las únicas opciones que permitían a las personas tener cierto acceso a una mayor calidad de vida. Puso a artesanos de muchas tradiciones en un lugar donde, básicamente, les dijeron “ni modo: te tienes que llamar ceramista para que te invite a cosas y entres a mis espacios”. Y bueno, el término “ceramista” me causa un montón de conflicto porque es un término que, a mi parecer, se inventa para excluir a las identidades que habían trabajado con el barro durante generaciones. Y no es sólo conjetura mía, porque se ve súper claro en el perfil de la gente artesana y alfarera de piel morena que vive fuera de la CDMX y otras capitales del país.

Creo que hace falta replantearnos qué postura tomamos al trabajar arcillas y cuáles son las consecuencias de cobijarnos con un discurso o con otro. Durante mucho tiempo me costó mucho trabajo llamarme “alfarero” por ser blanco, citadino y clasemediero. Sí me preguntaba “¿Con qué cara me autonombro así? ¿No estaré exotizando a los alfareros?”, pero no, porque si yo me nombro alfarero no estoy invalidando ninguna parte de la experiencia de estas personas y estas familias que llevan toda la vida practicando este oficio y aún transmiten sus saberes. Considero que esta culpa más “blanca” o de privilegio sirve como un limbo de comodidad donde la gente se queda toda la vida para no tomar ningún partido. A mí me costó trabajo abrazar ciertas ideas, pero sí dije “también es un acto político decidir y no quiero continuar el ejercicio de darle la espalda a otras alfareras, a alfareros de otras geografías y contextos por quedarme con un puñado de privilegios o aceptación”. Yo decidí que iba a estar del lado de las personas cuyo oficio es una tradición viviente.

Ya luego decidí meterme con el término de ser artista y fue un poco el mismo proceso porque hay infinidad de artistas que van con las artesanas, les piden que hagan obras, no les pagan justo, no reconocen sus autorías y sólo replican esquemas de explotación colonialista para quedarse con cualquier crédito. Batallé mucho hasta que un día dije “vamos a probar. A la chingada: a ver qué pasa” y fue muy loco porque, casi el mismo día que me autonombré artista, me empezaron a invitar a cosas. Las puertas se abrieron para participar en muchas dinámicas y fue demencial ver de tan cerca que el sistema excluye, jerarquiza y normaliza a tal grado que me tuve que nombrar de una manera específica para acceder a estos espacios, a ciertos puntos de venta que permitieron que mi taller de cerámica creciera. Como artista y gestor de mi propio espacio procuro jugar en las áreas grises donde estás adentro del sistema, pero también creas un discurso que rompe las categorías de privilegio, blanquitud, heterosexualidad y masculinidad.

Dixpa – Esto que comentas sucede en materia de producción y discurso, pero ya hablando sobre las cosas que se producen en tu taller, ¿Cómo logran que circulen las piezas en el mercado?

Jerónimo Sainz de Agüero- Esa es una muy buena pregunta. El Engaño Casa-Cerámica está constituido como un espacio y elegí, justo, la palabra “espacio” para tener la posibilidad de transitar entre los sistemas de arte, diseño y artesanía con total neutralidad: así nos dejan ir por todos lados. Es un espacio de arte, alfarería y educación y a estas tres cosas les damos la misma importancia. Por desgracia, vivimos en un país donde la educación de cualquier tipo es, muchas veces, menospreciada o vista con desdén: muchos talleres de cerámica vivimos, existimos y podemos salir adelante gracias a que tenemos gente interesada en aprender este oficio y sus materiales, en crear una economía autosustentable.

Desde este triángulo de alfarería, arte y educación es que en El Engaño definimos una filosofía educativa donde no separamos por edades, no separamos por género, no separamos por niveles, no defendemos un avance curricular de “primero tienes que hacer cuerdas y ya después vas al torno” y no reproducimos estas jerarquías de saberes donde hay cúspides. ¡Nel, nel, nel! En mis clases rompemos con todo eso y tenemos desde, no sé, la contadora que apenas a los 50 años dijo “quiero embarrarme las manos” hasta artistas o alfareros que tienen una producción establecida, constante y en circulación. Así se crea un espacio donde muchas identidades de muchos niveles y muchas historias conviven y eso es, creo, de las cosas más enriquecedoras que tiene la cerámica porque se vuelve colectiva y permite diálogos preciosos entre generaciones e ideologías como pasa con un estudiante de 16 años y alguien de sesenta y tantos que comparten ideas más allá de la cerámica.

Dixpa – En ese sentido, seguro conviven muchísimos prejuicios al momento de coser arcillas, ¿no? Sobre la suciedad, las dificultades, los errores al meter al horno las piezas. ¿Cómo trabajas eso con tus alumnos?

Jerónimo Sainz de Agüero- Es una batalla personal el dejarte embarrar durante cada paso del proceso y romper con toda esta  cuestión social de que las cosas deben ser pulcras en todo momento. Es difícil, además, porque el material en sí es tierra, ¿no? Y en un espacio como la Ciudad de México, que es tan urbano y donde la mayoría de la gente no tiene contacto ni arraigo a esos materiales o a su tacto, a embarrarse sin relacionarlo con ideas de suciedad o de que está mal hacerlo, es normal que la alfarería le cambie la vida a ciertas personas. Modifica cómo usas tu cuerpo, cómo concibes las cosas que te rodean desde tu escusado, que es de cerámica, hasta los pisos de muchos edificios que también usan este material.

En fin, el resultado de la práctica está en todos lados y eso te lleva a tener una conciencia diferente del entorno. Otra cosa que veo mucho es que la gente sale de sus clases de torno y empieza a cambiar su postura, su consciencia de los espacios, su andar. Como es una máquina que te permite construir tridimensionalmente con mucha velocidad, permite una forma de creación súper distinta donde es necesario coordinar ambas manos, el cuerpo y las piernas para materializar lo que tengas en mente. Ahí también se ve cómo la alfarería puede tocar cuestiones de identidad, porque es impresionante que el uso del cuerpo entre hombres sea un tema tan preocupante. Espero eso pueda cambiar pronto porque nos urge disfrutar nuestro cuerpo, usarlo y explorarlo más, porque bien fácil se ven los problemas que traemos: si tú pones al azar a un hombre o a una mujer, la mujer puede fluir con el material más fácilmente que los hombres.

Dixpa – ¿Tú qué le dirías a alguien para que se acerque a estudiar y practicar este oficio?

Jerónimo Sainz de Agüero-  ¿Qué le diría? Que no pierda el tiempo y vaya ahora mismo. Que su vida va a cambiar para bien si se embarra un tiempo con este universo de saberes y quehaceres. Que hay una mezcla única de pensamientos y acciones por descubrir en éste y en muchos otros oficios, pero que nunca nos enseñaron que existen y mucho menos el valor inmenso que guardan. Otra cosa que diría es si fuiste a una clase de cerámica y no te gustó, ve a otra: hay una diversidad de posturas y pensares que mucha gente del mundo artístico ya quisiera conocer. Se mueren de envidia de este universo escondido que, volviendo a la pregunta anterior, tuvo que resguardarse y esconderse para sobrevivir. Hubo espacios que se dedicaron a la creación desde experiencias como el dolor, el trauma, traición, maltrato y con la llegada del nuevo milenio también llegó una nueva generación que se dedicó a reabrir sus discursos para darle entrada a otras comunidades vulneradas, de tal forma que generaron puentes comunicantes entre ellas.

Un ejemplo insuperable de esto son todas las olas de feminismos que me parecen de las ideas más importantes en los últimos 200 años. Fueron y son un parteaguas y, tras el movimiento Me Too de hace unos años, se volvieron evidentes muchos de los ejercicios de violencia de los que somos cómplices, partícipes y detonadores. Esta lucha de los movimientos feministas repercute no sólo en la alfarería, sino en muchísimos oficios donde las mujeres siempre participaron e históricamente se les invisibilizó, segregó y maltrató. Estamos en un momento donde ellas ya no están permitiendo esto y me parece increíble: gracias a luchas como éstas es que la comunidad LGBT+ también encuentra mayor fuerza en más espacios, ¿no? Poco a poco llegamos a una práctica que ya está reconociendo más la diversidad, que está ganando y construyendo nuevos espacios, que está más abierta a considerar otros discursos. Yo hasta llamaría a este momento la Torcedura porque ya el mundo heteronormado del oficio se está atacando y los años venideros serán bellísimos porque se seguirá reconstruyendo todavía más lo establecido.

Dixpa – ¿Qué les dirías a las personas, en su mayoría hombres heterosexuales, que no toleran todos estos cambios?

Jerónimo Sainz de Agüero- – Que soporten. Les diría que su no-soportar seguro tiene relación con algún dolor o tristeza que nace de quiénes son ellos y que lo están canalizando y proyectado como violencia hacia las cosas y personas que les rodean. Que si no lo atienden, van a seguir en agonía. Yo les hago una invitación para que se replanteen por qué están tan enojados y tristes de que otras personas disfruten su cuerpo, su existencia y su experiencia en el mundo. Hay que ponerles un alto a ciertos discursos que necesitan ser frenados y a los que urge retirarles cualquier espacio para su difusión y discusión. Además, todavía falta mucho, pero vamos por un buen camino: quien no pueda sanar su enojo, se va a quedar fuera. No hay de otra.

Estamos en un momento donde ya nos dimos cuenta que somos muchas más y sí te lleva a pensar “mi ciela: la gente se organizó, construyó y está tomando decisiones con el nuevo poder que va adquiriendo.” A esas personas intolerantes les digo que mejor agradezcan que estas nuevas acciones no traen consigo ningún castigo como el que otras personas, iguales a ustedes, ejercieron contra nuestras comunidades. Y vuelvo otra vez a los feminismos y a sus propuestas de no reformular ni crear a través de la venganza, del odio o el simple choque por el choque: sino a generar cambios a través de la reestructuración, del reconocimiento, a través de la ternura radical y el diálogo abierto y honesto y propositivo. Llevamos demasiado tiempo habitando este planeta desde el dolor: necesitamos atenderlo o se seguirá repitiendo.