MAYA ZAPATA

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Todos queremos contar buenas narrativas, contar historias que, para empezar, nos dé gusto contar y que luego la gente vea y se sienta representada y reflejada.
Foto: iEve González | MUAH: Antonio Ruz | Styling: Ricci Fuentes /Antonio Ruz | Producción: Roger SH

Dixpa – ¿Me puedes decir tu nombre y a qué te dedicas?

Maya Zapata – Soy Maya Zapata, soy actriz y activista anti-racista.

Dixpa – ¿Para qué actuar?

Maya Zapata – Para contar historias que sirvan, ojalá, como inspiración para otras personas, historias que sirvan de algo y que encuentren un eco y un propósito allá afuera.

Necesitamos un mundo dónde todos los seres humanos puedan vivir con dignidad.

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Dixpa – Soy tu fan es un ícono televisivo de la cultura televisiva contemporánea y destacó como serie en una época donde solo se hacían ciertos tipos de contenidos en México. ¿Qué aprendizaje te dejó el papel de Rocío?

Maya Zapata – Rocío es una personaja que, de entrada, me enseñó a darme la oportunidad de equivocarme: ella es completamente lo opuesto a mí porque es un completo desastre en todos los aspectos de su vida y yo soy una maniática y una perfeccionista, pero al mismo tiempo eso le permite una libertad y una flexibilidad de la que yo aprendí mucho a relajarme, a divertirme, a tomarme las cosas menos en serio y ella de mí aprendió a ser un poquito más estructurada.

Dixpa – A un año y medio de comenzar con Poder Prieto, ¿Cómo ha cambiado tu forma de ver el mundo?

Maya Zapata – Ha cambiado completamente. Si bien he sabido que el racismo es racismo y el patriarcado es patriarcado , mi concepción del feminismo y del racismo son muy diferentes a la idea que tenía hace 10 años. La mirada que tengo con respecto a esos dos temas es mucho más amplia, más profunda y clara, que parte de la observación del mundo y de la observación no solamente de mi propia historia, sino de la historia de muchas personas, de la historia misma de la humanidad y, en el proceso, también hallar los patrones que se repiten en todos esos frentes. Ha sido un proceso entender cuáles son las acciones específicas y los mecanismos que tenemos que poner en acción para acabar con la violencia que aqueja a los seres humanos y atenta contra los derechos de las personas.

 

Hoy queremos vernos cada vez más como realmente somos, liberándonos de nuestra mente colonial y nuestra mente blanca.

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Dixpa – Respecto a ese tema, la sociedad ha normado y nos ha puesto etiquetas por nuestro cuerpo, nuestro peso, nuestro color de piel, en fin. ¿Cuál ha sido experiencia con eso y cómo has logrado romper esas categorizaciones?

Maya Zapata – Hoy puedo ponerlo en estas palabras y es que soy biracial, porque mi mamá es una mujer morena, y biclasial porque vengo de mundos completamente distintos. Mi mamá es morena, descendiente de campesinos indígenas de Morelos. Y mi papá, en cambio, es hijo de un español refugiado y una tabasqueña blanca, rubia con ojos azules. Entonces, claro, esos dos universos son dos muy distintos: uno que tiene muchos privilegios, es ilustrado, educado, donde si bien mi abuelo no pudo terminar con su carrera porque ser un español refugiado que llegó al país directamente a trabajar, era un autodidacta, un hombre que tenía una base y una familia donde no solamente se usaba el conocimiento, sino que había un gusto por él. En mi otra familia, eso ni siquiera existía como una posibilidad: lo que había era un sentido de supervivencia. Ahí me crié entre muchas mujeres de carácter fuerte e incluso violento en muchos sentidos. Yo creo que eso determinó la forma en que miro a las mujeres, porque para nada la violencia en contra de la mujer tan sólo se desarrolla en mirar a la mujer como una víctima: ser víctima no implica vivir como una. Había más bien una victimización que resultaba muy útil para algunos de los propósitos de esas personas violentas, pero en sí ellas no atravesaban sus vidas como estas víctimas o mujeres sumisas que no sabían defenderse: eran mucho más complejas que eso. El haber vivido desde adentro estos dos mundos tan polarizados me da la oportunidad de comprender mejor la complejidad de ellos y me genera un deseo por querer mostrarlos en nuestras narrativas, porque esas complejidades no se retratan ni en un lado ni en el otro. Las narrativas en México son o narrativas blancas muy estereotipadas tanto o narrativas prietas donde parece existir sólo gente racializada. Eso crea una perspectiva muy chata de nosotros mismos en México porque no hemos tenido la oportunidad de conocernos realmente y ahí se está ejerciendo una clase de blanquitud: la blanquitud normativa que nos impone en gran parte Estados Unidos, pero que Estados Unidos hereda de la blanquitud europea, donde los principales estados responsables de ella se pelean para ver quién lleva la batuta. Creo que nuestra chates en la forma como contamos nuestras historias tiene que ver con que nos vemos a partir de cómo nos mira esa blanquitud y eso es lo que nosotros reproducimos, aunque no sea necesariamente como nos queremos ver. Considero que hoy queremos vernos cada vez más como realmente somos, liberándonos de nuestra mente colonial y nuestra mente blanca.

Dixpa – ¿Qué reflexiones consideras que necesita hacerse la industria y qué reflexiones consideras que puedan surgir con la llegada de súper héroe prieto?

Maya Zapata – La industria mexicana, sobre todo la cinematográfica, está constituida en su mayoría por hombres que son blancos, casi siempre graduados de una o dos escuelas privadas en específico, de burguesías ilustradas donde, además, muchos de ellos vienen huyendo de violencias en sus propios países, precisamente por ser contestatarios y tal. Menciono esto de entrada porque es algo que tiende a crear carácteres muy particulares, muy soberbios, donde creo que lo que hace falta es autocrítica y el preguntarse ¿qué no estamos haciendo y que hemos estado haciendo mal? Y creo que responder a esas preguntas no va a ser fácil para las generaciones que llevan tantos años viviendo cómodamente sus privilegios: no van a reaccionar bien ante los cuestionamientos, pero es la única manera para lograr que las cosas cambien. Las generaciones pasadas tendrán que adaptarse o morir, y por “morir” me refiero a la forma abstracta de la palabra. Lo aclaro porque luego ya nos andan diciendo que somos nacionalistas y neofacistas, cuando nosotros no luchamos a través del exterminio como la blanquitud, que sí ha dado muchos ejemplos de ello. Muchas generaciones no logran entender este mundo y su complejidad, pero como diría Isabel Allende “hay algunas personas que sólo tenemos que esperar a que se mueran”. Y está claro que no siempre su falta de comprensión tiene malas intenciones o viene de un mal lugar, sino que vivir en un mundo al cual no entiendes puede ser muy doloroso porque pareciera no tener un lugar para ti. Cuando sientes eso y tienes poder, la frustración que te puede provocar puede convertirse en una reacción muy violenta, que sí haga un daño literal a mucha gente. 

Ser víctima no implica vivir como una.

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Dixpa – Pareciera que este año vimos un éxodo de inmigrantes blancos llegando a la ciudad y, al mismo tiempo, pareciera que las violencias sistémicas se vuelven cada día más claras en la forma en la que habitamos esta ciudad: ya sea por las rentas o la forma como podemos o no adquirir ciertas cosas. Una pregunta que se ha escuchado constantemente es ¿desde dónde abordarlo? Si bien, por un lado, las posturas y explicaciones xenófobas pueden sonar como un camino poco ideal, al mismo tiempo es evidente el despertar de cierto enojo ante esta exigencia de que todos quienes prestan algún servicio hablen inglés o que ya no encuentres comida picante en los restaurantes o que empezamos a ver como nuestra vida se empieza a afectar por eso.

Maya Zapata – Estamos en un proceso de guerra cultural y neo-colonización donde las armas no tendrían que intervenir, pero sí los argumentos, las ideas sustentadas, el pensamiento sustentado en nuestra historia y en la resignificación y la reivindicación de nuestras propias realidades. No estaría mal involucrar a la academia en algunos de estos debates porque su trabajo serviría como una especie de plataforma intelectual desde donde partir para clarificar ciertas problemáticas sociales y ya esa información se complementará al salir acá afuera: cuando se adapte a las experiencias y el pensamiento de la gente, el pensamiento del pueblo, porque para eso es. Sólo también necesitamos dejar en claro que la academia prestará un servicio: no serán ellos quienes marquen la pauta ni la norma de los paradigmas ni sus aportaciones se verán como algo que no habrá de ser tocado porque es una creación inmaculada, venida del más alto pensamiento. Creo que lo que tenemos que hacer es resistir: algunas de las personas que hemos estado históricamente en desventaja hoy ya no estamos en desventaja económica, aunque sí en desventaja cultural. Pero poco a poco nos ponemos más o menos a la par y vamos adquiriendo el privilegio de nuestra seguridad, de nuestros caracteres, de nuestra fuerza, de nuestra unión, y creo que eso va a marcar la pauta. De lo que tendríamos que cuidarnos todas estas personas, hablando de las personas disidentes, de quienes están cuestionando el sistema, cuestionando los entornos, es que no nos olvidemos de cuidar nuestra paz, no nos olvidemos de tener una visión esperanzadora ni nos olvidemos de la empatía al mirar a aquellos que piensan distinto. Esas tres cosas son fundamentales para estar bien nosotros y no perder la serenidad en el camino porque casi nunca vale la pena hacerlo y porque sí, sí sirve de mucho estar bien. También son cosas necesarias para defender nuestro derecho a la felicidad y diría que, incluso, a las demás personas, así entiendan nuestras ideologías o no, les vendrá bien esa empatía, ese amor, y creo que históricamente también han sido partes presentes en todos los procesos de reconciliación y de sanación de heridas. Sólo que la paz no puede ir antes de reconocer que las cosas están mal ni se puede predicar como una bandera bajo la cual se escondan todos los problemas como en un tapete.

Dixpa – Esto me lleva a dos preguntas: ¿consideras que existe una manera de dar espacio en producciones audiovisuales a personajes que vivan en el privilegio sin necesidad de lavarles la cara ni someterlos a un juicio mediático?

Maya Zapata – Habría que invitarlos a dialogar porque, seguro, valdría la pena platicar con muchas de estas personas o poner a luchadores sociales con personas que ven esos esfuerzos como que están poniendo en jaque el estatus quo de nuestra industria, que es profundamente privilegiada, profundamente soberbia y profundamente indolente. No tenemos ética, no tenemos escrúpulos, no importa quiénes seamos y no importa dónde trabajamos. Y aún entendiendo que cada universo tiene lo suyo, como el teatro con sus dificultades, parte de eso surgió con generaciones anteriores que son más violentas que las nuestras y se convirtieron en creadoras y desarrolladoras del talento de mucha gente. De ahí también que se marcara la pauta para que muchos actores, del color y el lugar que sea, vengan y acepten la violencia, la normalicen como parte del trabajo como pasa en todas las industrias. Una que tiene dinámicas muy parecidas es la de la comida, donde los turnos para chefs son de muchísimas horas partiéndose la madre, todo para decir que estuvieron codeados con no sé quién, pero trabajando por un sueño que no es realmente suyo. Lo mismo hacemos nosotros contando historias que ni nos gustan, pero igual vamos por la vida diciendo que qué afortunados somos de tener trabajo: y claro que el trabajo es fundamental y es un derecho, pero atravesando ese derecho también hay una obligación, una ética, una forma y nosotros no la tenemos ni la gozamos. Aun así, todos queremos contar buenas narrativas, contar historias que, para empezar, nos dé gusto contar y que luego la gente vea y se sienta representada y reflejada. Yo creo que no es necesario crucificar ni cancelar, pero sí está bueno quitar y perder privilegios: me parece que es la única manera en la que vamos a sentir que el piso se nos mueve y sé que va a haber mucha gente que va a performar el entendimiento, pero también sé que mucha gente alrededor de esa gente no lo va a performar y eso les llevará a hacerse preguntas que los transformen de fondo. Los más difíciles siempre serán los hombres y las mujeres blancas privilegiadas que no nos representan: están acostumbrados a nadar entre privilegios, a poner su dolor antes que el dolor ajeno y muchas de estas personas viven bajo el manto de la meritocracia, entonces va a ser muy difícil que cambien la manera como han estructurado su mundo. Bajo esa lógica, también necesitamos pedirle a aquellas personas racializadas que apenas comienzan a representarnos que no entren al juego de la blanquitud: hace más falta cuestionarnos infinidad de problemáticas dentro del medio como el por qué hay tantos hombres detrás de las plumas sintiéndose invencibles si existe un mundo de gente a quienes, tarde o temprano, tendrán que rendir cuentas porque lo que hacen los equipos de producción audiovisual, así como los académicos, es dar un servicio y nada más. Son los contadores de historias, son quienes toman la palabra para narrar alrededor de la fogata en tiempos modernos y eso, en el escenario ideal, otorga cohesión a nuestros discursos, nos da un sentido de comunidad e identidad y se ha vuelto difícil encontrar ese propósito mayor entre los grupos que te menciono.

Somos lo que contamos, las historias alrededor de la fogata de este tiempo.

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Dixpa – En ese sentido, Poder Prieto se convirtió en una agencia de acción inmediata, acompañada por el poder de las redes, que busca contener el racismo en los medios. Yo admiro mucho tu temple porque veo a la gente haciéndote las mismas preguntas montones de veces, como si no hubiera nada más por conocer sobre ti y tus experiencias. ¿Dónde encuentras la paz, tranquilidad y energía para luchar?

Maya Zapata – Sí, sí hay un esfuerzo emocional constante que estoy dispuesta a hacer, pero ya de entrada sé cuáles son las consecuencias y tengo las herramientas para enfrentarlo: tengo una psicóloga, que es fundamental, a quien visito cada determinado tiempo porque nuestras pláticas suelen ser largas. Tengo una familia que me ofrece contención, un círculo de amigos y de personas que me arropan en el camino, tengo a la comunidad de Poder Prieto que sirve para apoyarnos, apapacharnos, para querernos, para mentarnos la madre, para decir con qué cosas no estamos de acuerdo, para ser honestos y no sentir necesidad alguna de pensar igual. Para pertenecer a este grupo rompemos los pactos constantemente, nos ponemos a prueba para no encontrar nuestros laureles y ahí quedarnos. Formo parte de una comunidad autocrítica y eso es fundamental para mi crecimiento. En Poder Prieto nos sentimos muy orgullosos de la comunidad que hemos creado y tenemos una comunicación muy activa. Otra cosa fundamental es reconocer cuándo necesito un tiempo, cuándo necesito parar, cuándo necesito llorar, porque a veces es muy desolador vivir ciertos procesos. Mi momento más difícil en tiempo reciente comenzó a partir de la fundación de Poder Prieto hasta hace unos muy pocos meses, sobre todo porque mi proceso de duelo se acentuó y creo que tuvo que ver con cómo habia un montón de personas blancas a quienes admiraba un montón por su talento, mucha gente de teatro que aplaudí por muchos años y a quienes he dejado de admirar completamente: amigos, personas a las que consideraba cercanas, relaciones donde había amor, cariño, confianza, y que un buen día me dieron la espalda. Fue muy doloroso que se sintieran fragilizados u ofendidos por mis ideas al punto de soltar indirectas o directas hirientes, antes que hacer un esfuerzo por entender lo que yo les estaba diciendo. Me tocó entender que esa distancia está bien y que me confirma que, efectivamente, nunca fueron mis amigos, pero no deja de ser duro el perder a todas estas personas o ponerlas en el lugar que les corresponde y donde yo no les hacía. Tuve que enfrentarme con el miedo enorme que tienen y aprender que no están dispuestas a mirar ciertas situaciones con empatía, porque su dolor es más importante que el de los demás y porque, además, como artistas y como actores pensamos que todos gira alrededor nuestro y si a eso le sumas que son hombres o mujeres blancas, pues el dolor blanco siempre va a tener y a buscar un lugar preponderante en cualquier conversación.

Dixpa – ¿Qué le dirías a esas actrices y actores racializades que están comenzando su camino en esta industria?

Maya Zapata – Que tengan paciencia, que no nos juzguemos entre nosotros porque no todo mundo lucha igual y nosotros lo sabemos. Habrá muchas veces donde alguna confrontación que parezca violenta sea necesaria, pero si no quieren entrar en esa discusión no pasa nada. Sólo déjenos luchar tranquilos a quienes decidimos sí abordarlo, porque lo que nosotros hacemos ni siquiera nos favorece: de hecho, a nosotros nos va a jugar en contra muchas veces porque nosotros estamos dando la cara abiertamente y estamos poniendo en riesgo nuestros privilegios, pero sabemos que también favorecerá a muchas otras personas en algún momento. No queremos que se nos rinda pleitesía ni mucho menos. Si acaso yo le diría a las personas “de nada”. Sólo, la verdad, evitemos tirar mierda. Es lo único que queremos: porque si se hace eso también entramos al juego a la blanquitud, de esa ideología que nos nombra neoracistas, neofacistas, neo-todas-las-cosas-malas-del-mundo-mundial, que muy curiosamente es la misma estrategia de los nazis. Lo primero que hizo ese partido fue toda una campaña en contra de la población judía y toda población distinta al de la raza aria, para después poder justificar con ello las acciones que tomaron. Yo no creo que suceda una cosa como esa porque nos llamen neo-lo-que-quieran, pero sí creo que esta reacción en contra de nuestras voces no es menor ni importa poco. No nos dejemos engañar: aunque estemos en claro desacuerdo, nos beneficiaría más que tuvieran disposición para entender por qué hacemos lo que hacemos.

El dolor tiene que servir de algo y, de entrada, es motor de cambio para las cosas que recrudecen y originan ese dolor.

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Dixpa – ¿Qué le dirías a esas actrices y actores racializades que están comenzando su camino en esta industria?

Maya Zapata – Que tengan paciencia, que no nos juzguemos entre nosotros porque no todo mundo lucha igual y nosotros lo sabemos. Habrá muchas veces donde alguna confrontación que parezca violenta sea necesaria, pero si no quieren entrar en esa discusión no pasa nada. Sólo déjenos luchar tranquilos a quienes decidimos sí abordarlo, porque lo que nosotros hacemos ni siquiera nos favorece: de hecho, a nosotros nos va a jugar en contra muchas veces porque nosotros estamos dando la cara abiertamente y estamos poniendo en riesgo nuestros privilegios, pero sabemos que también favorecerá a muchas otras personas en algún momento. No queremos que se nos rinda pleitesía ni mucho menos. Si acaso yo le diría a las personas “de nada”. Sólo, la verdad, evitemos tirar mierda. Es lo único que queremos: porque si se hace eso también entramos al juego a la blanquitud, de esa ideología que nos nombra neoracistas, neofacistas, neo-todas-las-cosas-malas-del-mundo-mundial, que muy curiosamente es la misma estrategia de los nazis. Lo primero que hizo ese partido fue toda una campaña en contra de la población judía y toda población distinta al de la raza aria, para después poder justificar con ello las acciones que tomaron. Yo no creo que suceda una cosa como esa porque nos llamen neo-lo-que-quieran, pero sí creo que esta reacción en contra de nuestras voces no es menor ni importa poco. No nos dejemos engañar: aunque estemos en claro desacuerdo, nos beneficiaría más que tuvieran disposición para entender por qué hacemos lo que hacemos.

Dixpa – Por último, ¿qué le dirías a la pequeña Maya que apenas empezó a hacer películas?

Maya Zapata – Le diría que todas esas cosas hermosas que vivió y el contraste con esas cosas horribles que vivió también, hoy tienen un propósito. Hace poquito leí lo que escribí en mi diario cuando comenzamos el proceso de Poder Prieto que decía: que todo este dolor que me provocaron las experiencias de mi infancia por el lugar donde nací, por ser mujer y nacer entre dos mundo que me dieron privilegios y también me vulneraron porque vivía con una comunidad prieta oprimida por el sistema y que se vulneraba a sí misma, que todas estas experiencias adquieran un propósito. Esta lucha me ha dado justo eso: propósito. El dolor tiene que servir de algo y, de entrada, es motor de cambio para las cosas que recrudecen y originan ese dolor. Ojalá las siguientes generaciones no pasen por las mismas cosas que pasaron nuestros padres y nosotros casi no vivimos, pero ojalá que tampoco pasen las cosas que nosotros vivimos: necesitamos un mundo donde todos los seres humanos puedan vivir con dignidad.