SAID OCHOA

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NOSOTROS, COMO PERIODISTAS, TENEMOS QUE HACER UN ESFUERZO POR MEDIAR. NUESTRO TRABAJO ES ESCUCHAR UN PUNTO, ESCUCHAR OTRO Y PRESENTARLOS ANTE UNA AUDIENCIA, ES CONTAR HISTORIAS PARA QUE CADA QUIEN SAQUE SUS CONCLUSIONES A PARTIR DE ELLAS.
Foto: iEve González | Grooming:@ArtPRo Makeup/ Yesenia | Styling: Ricci Fuentes

Dixpa – ¿Cómo ha cambiado el periodismo gracias a la aparición de las redes sociales y la posibilidad que otorgan a cualquiera para reportar eventos de inmediato?

Said Ochoa – Ahorita todo mundo ya puede ser reportero, pero esto conlleva una gran responsabilidad porque lo que postees va a tener un impacto en una, en cien, en mil o en un millón de personas. Por eso, en lo personal, siempre soy muy cuidadoso con lo que voy a postear, a decir o en los temas que voy a usar. Un gran número de gente que hace contenido no se imagina lo que puede provocar cuando infla o saca de proporción un hecho sólo por hacerse viral o por ganar más likes.

 

D -¿Cuál sientes que es el futuro de los medios, a partir del cambio en el flujo de la información y la caída de monopolios informativos?

SO – Hemos visto la evolución de los medios primero en Estados Unidos, donde de inmediato se acoplaron a las redes sociales. Creo que en México tardamos en reaccionar, pero los medios tradicionales ya se involucraron más con el internet y las redes: antes era impensable que hiciera una entrevista en Zoom, por ejemplo, o que se utilizara un video pixelado para acompañar cualquier nota. Ahorita es parte de lo cotidiano al momento de reportar cualquier noticia.

 

D – Hace apenas unos años era impensable que alguien de la Comunidad LGBT+ estuviera al frente de un medio noticioso. ¿Tú cómo has aprendido a aceptarte como gay?

SO – Nunca me habían preguntado eso, pero me parece interesante que lo pongas así. Fue una experiencia mega difícil por las situaciones que el machismo y el patriarcado me puso enfrente: mis abuelos eran de un rancho del Valle de Mexicali y una navidad, cuando yo era chiquito, estaba con una prima viendo La Sirenita y le dije a mi abuelo “ay, yo quiero ser un sirenito”. Cállate: fue lo peor que pude haber dicho y de “chamaco maricón” no bajó su respuesta. A lo largo de algunos años, no sé si construí mi identidad de acuerdo con lo que me decían que debía ser o si logré vencer esas obligaciones. Recuerdo que en la secundaria y en la prepa siempre fui de las personas que tenía un gusto claro por el teatro y por otras artes, pero también era del grupo al que le decían que debía jugar fútbol aunque yo dijera “a la chingada: no quiero”. Viví muchos ejemplos así, pequeños, durante gran parte de mi vida, pero durante la prepa se convirtieron en otra cosa, casi una probadita de lo que tendría que enfrentar del mundo real, del mundo adulto, llegado el momento. Un wey, por ejemplo, que en aquel entonces era de mis mejores amigos, empezó a contarle a todos que yo ya había salido del clóset, cosa que era cierta porque ya lo había hecho con mi mamá, y al principio no me importó lo que la gente dijera o cómo me llamaran, si joto o maricón, pero todo eso se convirtió en un bullying súper pesado. Pasó algún tiempo hasta que me surgió esta convicción de: así quiero ser. Soy gay y no me importa. Desde entonces he sido muy perseverante con mis ideas de decir “sí, soy gay y no lo voy a esconder” sin importar lo que me digan.

D – Muchas veces se performa desde la masculinidad para sobrevivir en sociedad. ¿Qué reflexiones te genera el haber tomado esta decisión en tu vida?

SO – Yo lo veo como algo muy cambiante, la verdad. Hace poquito, para un evento LGBT+, tenía la duda de cómo iba a ir vestido porque el dress code era queer, pero yo no soy alguien muy en tono con lo queer: lo que me dijeron, ya en el evento, fue “te hace falta pluma” y sí me dejó pensando mucho en cómo nos creamos estas ideas de la masculinidad, de lo femenino, de lo queer, desde como yo o tú o quien sea concibe su manera de expresarse. Siento que por defender a piedra y lodo ciertas características o ciertas representaciones se pierde la posibilidad para explorar otros matices y otras maneras de vivir la diversidad.

 

D – Ahorita que mencionas la pluma, existe un tema en los medios alrededor de la plumofobia: se tiene miedo a que se le dé mayor visibilidad a las personas de la Comunidad LGBT+ o se utilizan nuestras expresiones de género, nuestros modismos y demás para hacer comedia. ¿Cómo abordamos y disolvemos la plumofobia en los medios?

SO – Yo creo que, como muchas cosas, se combate mostrándola. Hay que normalizar los temas que nos atraviesan como parte de un sector: hay que compartirlo todo y darle visibilidad. Yo lo he hecho desde los medios tradicionales, pero es cierto que a mucha gente le cuesta, y mucho, aceptar nuevas ideas o nuevas formas de ver y entender el mundo, que es todo lo contrario a lo que pasa con las nuevas generaciones. Alguna vez llegué a una comida y unos chavos de la Comunidad me dijeron “me mama que pones el tema del drag, de la comunidad trans, la legalización de la marihuana y las señoras lo ven y deciden hablarlo como si nada”. Y justo de eso se trata: de ver estas situaciones con otra perspectiva. Eso es lo que me gusta: poner los temas sobre la mesa, hacerlos visibles y, poco a poco, normalizarlos hasta que sean parte de la vida del siglo XXI. Pongo mi granito de arena sin considerarme un líder ni un revolucionario ni pensar que solucioné el problema: sólo se trata de hacer el trabajo que creo correcto y esforzarme continuamente porque todavía no estamos del otro lado. Nos falta mucho camino por recorrer.

D – Hace un año te preguntaban sobre la palabra puto y su uso en una canción de Molotov: al día de hoy, cantidad de organizaciones se manifiestan en contra de esta palabra y buscan desmantelar sus implicaciones, al mismo tiempo que Molotov ha hecho hasta lo imposible por rescatar y defender su decisión creativa. ¿Qué opinión te genera, hoy, esta situación?

SO – Es que, a ver, voy a dar un ejemplo muy burdo: en el contexto cultural mexicano, la palabra pedo tiene muchos significados: es sinónimo de borracho, de problema, de dificultades. El primer significado que te da la palabra puto está ligado a lo gay y lo homosexual: yo trataba de ver estas vertientes de significados, más allá de si es algo homofóbico o no. Como periodistas debemos estar abiertos a todo. Se trata de considerar lo que diga Molotov, pero también contrastarlo con los esfuerzos de estas organizaciones que mencionas. Hay un libro que me gusta mucho, llamado Las estatuas de sal, donde el autor habla sobre vida homosexual y cómo en los primeros años del porfiriato se referían a los gays de clase alta como “Fernandito”, “Luisito” y se asociaba su decisión y estilo de vida con oportunidades únicas como haber viajado a Europa para estudiar, conocer otros países del mundo o con tener ciertas sensibilidades para las artes. Mientras tanto, a las personas marginadas, de bajos recursos, se le colgaba el mote de puto, degenerado o maricón y era a quienes encerraban en Lecumberri. De ahí que el sentido de las palabras sea un territorio que necesitamos explorar constantemente desde todos los frentes.

 

D – La G se considera una de las letras más complicadas de la Comunidad LGBT+ por la forma en que replicamos tan constantemente ciertas violencias. ¿Cómo deconstruir y abordar estas situaciones?

SO – Hablando con otras personas. Me gustó mucho un capítulo de mi podcast, Transeúnte, donde entrevisté a la Morralisa y me decía “wey, es que las maneras de relacionarse entre personas de la Comunidad son cabronas” haciendo referencia a cómo se levantan estas fronteras donde las personas con ciertos ingresos sólo hablan con otras que ganen lo mismo, o pase que personas graduadas de una escuela en particular sólo se abren con otras que también estudiaron ahí, o que personas con ciertos rasgos físicos sólo quieren hablar con gente que también los comparta, en fin. Yo no sé si a mí, tal vez, me cueste menos trabajo ignorar todas esas distinciones porque soy reportero y me esfuerzo por ver todas las perspectivas, pero creo que hay unos cercos que hemos construido a partir de estas divisiones y que sólo si hablamos podrán romperse. En la Comunidad LGBT+ hay mucha división, a pesar de que salimos en junio a marchar en comitiva: los grupos están súper fragmentados y creo que el esfuerzo debe ponerse en romper todos los paradigmas que podamos.

 

D – ¿Tú joteas?

SO – Claro. Representamos y vivimos la diversidad a nuestra manera: cada quien lo hace como quiere y no veo por qué tendríamos que ser de tal o de cual manera ni por qué tendríamos que escondernos o hacernos chiquitos frente a otros. Yo nunca he estado en el clóset, por ejemplo, y aun así hace tres años me sacaron un artículo titulado “el reportero que salió del closet”. Entonces, bueno: el punto es que, a partir de que publican esto, me escribe un actor de los noventas que hacía de galán en muchas telenovelas y me dice “qué chingón, qué coraje el tuyo” y luego luego le pregunté “wey, pero ¿por qué ustedes no lo pueden hacer o no lo hacían?” y me dice “no, porque nosotros vivíamos en otros tiempos”. Como ya te dije: poco a poco se abre más el panorama, se normalizan y se vuelven posibles ciertas acciones, pero todavía hay trabajo por hacer hasta para y por las personas que no están al frente de la conversación.

D – ¿Cómo mediar o decidir si se le dará voz a unos y no a otros?

SO – Nosotros, como periodistas, tenemos que hacer un esfuerzo por mediar. No podemos decir “esta persona está bien” y “esta persona está mal”. Nuestro trabajo es escuchar un punto, escuchar otro y presentarlos ante una audiencia, es contar historias para que cada quien saque sus conclusiones a partir de ellas. No sé si yo, personalmente, entraría a mediar la situación tal cual, pero sí me toca estar ahí para explorar los temas sin tomar ningún partido. Cuando un presentador o un reportero se van hacia un lado o hacia otro es cuando la situación se rompe y se distorsiona el contenido: es algo muy normal de las redes sociales, por ejemplo. El periodismo se trata de mostrar, de decir: está esto, esto y esto y ya cada forma o le cae la verdad a su manera.

 

D – En un medio donde la discriminación es un tema constante, como ocurre con los tratos diferentes que vivimos por ser hombres gays, por tener ciertas expresiones de género, en fin, ¿quiénes fueron tus ídolos? ¿Quiénes mantuvieron tu moral en alto?

SO – Diría que, en mis tempranos veintes, me gustaba mucho Almodóvar: me identificaba mucho con sus películas por esta manera de ser frágil, de mostrar pluma en todas sus películas. Almodóvar creó historias ambientadas en un mundo donde las mujeres eran el centro, eran las protagonistas, y no los hombres. A lo mejor eso hizo mucho eco en mi vida porque crecí en un ambiente donde las mujeres también estaban más al mando de lo que no. Otra figura así la ubiqué hace poquito, cuando fui a San Francisco, porque tuve muy presente la película de Milk y cómo él peleó por ideales, políticas y reconocimientos para la Comunidad en una época donde darle visibilidad al tema era súper complicado. Los personajes que más me inspiran son estos que luchan contra la marea, que se adelantaron a su época y revolucionan, que marcan un antes y un después como Chavela Vargas o Frida Kahlo. Siempre son personas que defienden sus ideales, que defienden quiénes son y no se dejan silenciar.