D – Hace un año te preguntaban sobre la palabra puto y su uso en una canción de Molotov: al día de hoy, cantidad de organizaciones se manifiestan en contra de esta palabra y buscan desmantelar sus implicaciones, al mismo tiempo que Molotov ha hecho hasta lo imposible por rescatar y defender su decisión creativa. ¿Qué opinión te genera, hoy, esta situación?
SO – Es que, a ver, voy a dar un ejemplo muy burdo: en el contexto cultural mexicano, la palabra pedo tiene muchos significados: es sinónimo de borracho, de problema, de dificultades. El primer significado que te da la palabra puto está ligado a lo gay y lo homosexual: yo trataba de ver estas vertientes de significados, más allá de si es algo homofóbico o no. Como periodistas debemos estar abiertos a todo. Se trata de considerar lo que diga Molotov, pero también contrastarlo con los esfuerzos de estas organizaciones que mencionas. Hay un libro que me gusta mucho, llamado Las estatuas de sal, donde el autor habla sobre vida homosexual y cómo en los primeros años del porfiriato se referían a los gays de clase alta como “Fernandito”, “Luisito” y se asociaba su decisión y estilo de vida con oportunidades únicas como haber viajado a Europa para estudiar, conocer otros países del mundo o con tener ciertas sensibilidades para las artes. Mientras tanto, a las personas marginadas, de bajos recursos, se le colgaba el mote de puto, degenerado o maricón y era a quienes encerraban en Lecumberri. De ahí que el sentido de las palabras sea un territorio que necesitamos explorar constantemente desde todos los frentes.
D – La G se considera una de las letras más complicadas de la Comunidad LGBT+ por la forma en que replicamos tan constantemente ciertas violencias. ¿Cómo deconstruir y abordar estas situaciones?
SO – Hablando con otras personas. Me gustó mucho un capítulo de mi podcast, Transeúnte, donde entrevisté a la Morralisa y me decía “wey, es que las maneras de relacionarse entre personas de la Comunidad son cabronas” haciendo referencia a cómo se levantan estas fronteras donde las personas con ciertos ingresos sólo hablan con otras que ganen lo mismo, o pase que personas graduadas de una escuela en particular sólo se abren con otras que también estudiaron ahí, o que personas con ciertos rasgos físicos sólo quieren hablar con gente que también los comparta, en fin. Yo no sé si a mí, tal vez, me cueste menos trabajo ignorar todas esas distinciones porque soy reportero y me esfuerzo por ver todas las perspectivas, pero creo que hay unos cercos que hemos construido a partir de estas divisiones y que sólo si hablamos podrán romperse. En la Comunidad LGBT+ hay mucha división, a pesar de que salimos en junio a marchar en comitiva: los grupos están súper fragmentados y creo que el esfuerzo debe ponerse en romper todos los paradigmas que podamos.
D – ¿Tú joteas?
SO – Claro. Representamos y vivimos la diversidad a nuestra manera: cada quien lo hace como quiere y no veo por qué tendríamos que ser de tal o de cual manera ni por qué tendríamos que escondernos o hacernos chiquitos frente a otros. Yo nunca he estado en el clóset, por ejemplo, y aun así hace tres años me sacaron un artículo titulado “el reportero que salió del closet”. Entonces, bueno: el punto es que, a partir de que publican esto, me escribe un actor de los noventas que hacía de galán en muchas telenovelas y me dice “qué chingón, qué coraje el tuyo” y luego luego le pregunté “wey, pero ¿por qué ustedes no lo pueden hacer o no lo hacían?” y me dice “no, porque nosotros vivíamos en otros tiempos”. Como ya te dije: poco a poco se abre más el panorama, se normalizan y se vuelven posibles ciertas acciones, pero todavía hay trabajo por hacer hasta para y por las personas que no están al frente de la conversación.