FRANCISCO RUBIO

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Mi carrera se apunta para explorar y experimentar nuevos formatos, nuevas realidades, nuevas cosas, y con Bardo no fue la excepción.
Foto: iEve González | Maquillaje: TMC/Miriam Morales | Cabello: Salvatore OJ | Styling: Ricci Fuentes

El actor Francisco Rubio recién compartió producción con Alejandro González Iñárritu y Daniel Giménez Cacho para la película Bardo, falsa crónica de un puñado de verdades. Nos sentamos con él para hablar acerca del trabajo que requirió estar listo para uno de los llamados más importantes de su carrera hasta el momento, así como preguntarle cómo ha sido su camino profesional y qué consejos ayudarían a quien quiera recorrer alguno parecido.

D – No tuve la oportunidad de ver Clase 406 en su momento, allá por 2002, pero las plataformas de streaming han facilitado el acceso a ella y me parece una novela con un formato más de serie que hoy parece muy adelantada a su momento: hablando sobre violencias sexuales, portación de armas, de pronto hasta abordando múltiples preferencias sexuales. En retrospectiva, ¿cómo dirías que te preparó esa novela para el resto de tu carrera?

Francisco Rubio- Pues fue punta de lanza, como bien dices, porque fuimos pioneros en el género de hacer telenovelas con formato de serie, en atrevernos a hablar de algo distinto y mi carrera siempre se perfiló por ahí: de esa manera entré a la televisión y, después, también entré al teatro de una manera no convencional con exploraciones en espacios no convencionales. Que en un trolebús, en un estacionamiento, en camionetas: era algo muy itinerante. Mi carrera se apunta para explorar y experimentar nuevos formatos, nuevas realidades, nuevas cosas, y con Bardo no fue la excepción porque terminó siendo un experimento absoluto del que me encantó ser parte. De alguna manera, siento que la vida me enseña una y otra vez cómo en lo actoral estoy hecho para experimentar.

D – Hablando de qué estás hecho: comenzaste tu camino por el Centro de Educación Artística de Televisa y hace poco presentaste tu trabajo tanto en el Festival de Cine de Morelia como en uno de los más importantes a nivel mundial, que es el Festival Internacional de Cine de Venecia. ¿Cómo experimentas esta evolución profesional de tu trayectoria?

Francisco Rubio-  No me deja de sorprender, la verdad. Sobre todo por la cantidad de posibilidades, premiaciones y conexiones que mi trabajo me ha permitido vivir y que comenzaron con una telenovela que, para mí, siempre representa una conexión directa con el público mexicano y la idiosincrasia de un pueblo surrealista por excelencia. Para mí, esta evolución ha sido de puro crecimiento, puro aprendizaje y agradecimiento, de tenacidad, y me ha permitido ver que es posible entrar en cualquier formato: que no sólo te tienes que casar con la televisión, las series, el teatro o el cine. Yo creo que, los actores, estamos hechos para todos los lenguajes y para contar muchas historias en muchos tonos, estamos para llegar a las audiencias sin importar qué formatos vean.

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D – Mencionas cómo no hay que encasillarse y, mejor, atreverse a dar el paso: en Estados Unidos, por ejemplo, está muy normalizado que si participas mucho en televisión, te quedas en la televisión, si eres de teatro, te quedas ahí, mientras que las estrellas de cine parecen estar bendecidas de alguna manera. Para ti, ¿Cómo se dio esa progresión del formato de telenovela, pasando al teatro y ahora dedicándote en años más recientes al cine?

Francisco Rubio- Sólo preparándome. Para mí ha sido muy emocionante descubrir este nuevo lenguaje del cine que era el que más me faltaba por explorar. Cuando participé en ERLöSUNG, el cortometraje que hice con Humberto Busto en Berlín, yo le decía “ya tengo tantas ganas de explorar oportunidades así” y ¡pum! Como si lo hubiera manifestado con varita mágica o la lámpara de Aladín, no sé si la vida, la energía o mi ser hizo que las cosas sucedieran. Yo igual creo que así pasa cuando ya está puesta la intención y la preparación en lo que uno hace. A mí siempre me ha gustado estudiar y no sólo me gradué de la carrera de actuación y se acabó, sino que me gusta estar tomando nuevos cursos, renovándome, refrescando mis conocimientos con nuevos maestros, nuevas técnicas que encuentro tanto en México como en Los Ángeles. Me gusta el tema de la exploración y me siento agradecido con la oportunidad de no ser un actor encasillado: cuando Alejandro vio mi demo se encontró con muchas telenovelas, mucha Rosa de Guadalupe, muchos unitarios que la gente del gremio cinematográfico o teatral ha castigado y señalado fuertemente como algo cuestionable y, la verdad, yo siempre he hecho mis papeles sintiendo muchísima dignidad, muchísimo amor y agradecimiento porque es lo que conforma mi realidad y es lo que me tocó, pero me gusta hacerlo y me siento muy bendecido de tener trabajo. Que ahora la industria fílmica o el cine volteen hacia mí o que me den oportunidades me da una responsabilidad muy grande por esto mismo, pero diría que ya estaba y estoy listo para enfrentarla.

D – En este proceso de madurez actoral te podrían haber encasillado con papeles como el del Caballo, en Clase 406, pero ¿cuál fue el proceso que atravesaste para distanciar las etapas de tu carrera? Para decir “ya acabé las telenovelas, ahora hago teatro, ahora cortos, ahora Iñárritu: ahí te voy”.

Francisco Rubio- Como no me he cerrado las puertas de nada, la verdad es que si yo, el día de mañana, recibo una invitación a hacer una telenovela y conecto con la historia o el personaje por supuesto que lo voy a hacer. Y me gustaría explorar más el mundo del cine porque es un lenguaje poco familiar, pero no haré distinciones si Alejandro González Iñárritu o cualquier otro equipo de producción o dirección voltea a verme y me da una oportunidad: yo igual estaré agradecido de vivir, desde mi propio ser, las diferentes propuestas. Pienso que esos procesos que mencionas son, más bien, de maduración y no sólo te suceden como actor, sino que van ligados al lado humano: en mi caso, lo he experimentado como hombre, como persona, me pasó en lo espiritual, lo mental, lo físico y siento que, todos estos años, me había preparado para estar listo en cuanto llegaran nuevas oportunidades de encarnar, como en Bardo, la oscuridad que habita la experiencia de cada quien y su evolución.

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Los actores estamos hechos para todos los lenguajes y para contar muchas historias en muchos tonos, estamos para llegar a las audiencias sin importar formatos

D – Ahora que hablabas de esto, a ti te toca encarnar a un personaje que sabotea la creatividad alrededor suyo, que encarna un grado de malicia y tedio y que impacta mucho con un monólogo en Bardo por esto mismo. ¿Dónde encontraste inspiración para llegar a ese registro? ¿Has tenido experiencias reales con personas de ese tipo?

Francisco Rubio- Por supuesto: me han cerrado puertas de la manera más violenta, me han agredido de las maneras más viles, incluso por parte de directores de cine, productores, ejecutivos, en fin. Conozco ese lugar y por eso logré habitarlo
desde la otra parte: desde el hecho de castigar, señalar, violentar y aplastar a alguien más. Sé cómo es estar ahí porque lo viví y parece que todo sucediera por alguna razón o al menos yo siento que debo darle gracias a esas vivencias y a las personas que las ejercieron porque con eso pude darle vida a Luis Valdivia.

D – Esa pesadez es algo que atraviesa a Bardo en muchos momentos: donde la crítica aparece y se repite y se repite y se repite como para desgastar. ¿Cómo dirías que la crítica ha influido en el desarrollo de tu propia carrera?

Francisco Rubio- Gracias a Dios, mi trabajo siempre ha tenido buenos comentarios. Me gustaría tener mucha más exposición ante los medios de comunicación porque, definitivamente, ha sido la fórmula y el mecanismo para conocer a más personas, a más directores, a más cineastas y que la gente conozca mi trabajo, pero lo que se ha hablado de mi trabajo hasta ahora siempre va más hacia lo bueno, hacia darme cierto prestigio que sé que construí a base de esfuerzo.

D – En este proceso de personificar a Luis Valdivia para ser la oscuridad, imagino que hizo falta explorar ciertos espacios mentales muy complicados. ¿Cómo evitaste quedar atrapado en ellos?

Francisco Rubio- Alejandro me lo recordaba mucho y me decía “no te conviertas en esto, cabrón” o “no vayas a ser así, güey” o cosas del estilo y yo sabía que no, no iba a pasar. Hay mucho trabajo ahí, mucha preparación interior y mucha exploración espiritual y humana para saber cómo desapegarme de personajes así. Para construir ciertos aspectos de Luis tuve que recurrir a una energía bien oscura que drena mucho, aunque también sea muy poderosa, y creo que los actores nos convertimos en alquimistas y manipuladores de energías porque nuestro trabajo lo requiere: hay que estar preparados para conocerlas, modificarlas, para llevarlas o soltarlas con tal de hacer un buen trabajo. La misma energía que te hunde te puede llevar a la luz en un segundo: sólo hace falta darle dirección. Empleé muchísimo de mí en el papel y fue agotador, pero lo mismo puedo decir que fue muy gratificante. Y al oír “corte y queda” la solución fue seguir con ese juego de alquimia y saber cómo tomar y transformar eso que usé para la escena. Aprendí mucho no sólo de actuación o de trabajo, sino que esta experiencia en el set se sintió también como un trabajo personal que me sirvió como laboratorio para conocer más a fondo  los personajes que presenta la vida.

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La misma energía que te hunde te puede llevar a la luz en un segundo: sólo hace falta darle dirección.

D – Sobre tu experiencia en Bardo, se sabe que Iñárritu es un personaje muy hermético en todo su proceso creativo: como pasó, justo, con esta película cuando sólo nos dieron el título del proyecto o los nombres de algunos actores, pero sin tener idea de qué iba a tratar o siquiera una idea de hacia dónde iría el proyecto. ¿Cuál fue el proceso de tu casting?

Francisco Rubio- Pasó en secreto absoluto. No supe para quién estaba audicionando porque, alrededor del proyecto, se manejaron muchos nombres, mucho radio pasillo, y yo pasé como cuatro meses sin saber exactamente con quién estaba trabajando ni conocer una historia concreta. Sólo me daban ciertas escenas, ciertos pies o situaciones, además de que tuve una entrevista donde exploré con el equipo los alcances emocionales que yo tenía y no sé: ahora sí que sólo Iñárritu y Luis Rosales sabrán para qué me pedían lo que me pedían. Yo solamente seguí el proceso. Y luego, un mes antes de filmar, me enteré que el trabajo era con Iñárritu y eso me llenó de nervios, miedos y sacó a pasear a todos mis monstruos, a todos los Luis Valdivia diciendo “no puedes, no te vas a quedar”. Tuve que hacer muchos ejercicios para meditar, tranquilizarme y aterrizar en el aquí y el ahora. Sobre todo porque el proceso pasó en las primeras etapas de la pandemia, cuando me di cuenta de que yo era tan vulnerable como Alejandro González Iñárritu en el sentido de que ninguno sabía si el proyecto iba a hacerse o no. Corrieron rumores de que la película se iba a caer, que los procesos se iban a cortar y bueno: pensé que, si eso pasaba, todas las personas involucradas íbamos a quedarnos sin nada. Eso me ayudó mucho a definir mejor el presente y es de los aprendizajes que más rescato tanto de la pandemia como de Bardo: esa posibilidad de humanizar sin distinciones. De alguna manera, la película también hace una invitación a vivir a plenitud lo que ocurre, a prestarle atención al interior, para evitar arrepentirnos por no hacer o no atrevernos a algo en algún momento.

D – Iñárritu mencionó que algunas de las críticas a la película quizá vienen de una falta de identificación con lo que pasa en pantalla, de que el surrealismo de Bardo no deja que algunas personas conecten a profundidad con la idea de mexicanidad propuesta. ¿Qué elementos de la película te ayudan a encontrar elementos de tu propia vida y tu identidad como mexicano?

Francisco Rubio – El malinchismo, los supuestos matriarcados atravesados por el machismo, esta sensación de no ser suficiente y compararse sin necesidad, de jalar a otros cuando despegan para no permitir el desarrollo de otras personas, la falta de momentos de introspección por servir a un sistema que quién sabe cómo o por qué se estableció y funciona como lo hace, en fin. Bardo es una invitación a preguntarse hacia dónde vamos, de si queremos, verdaderamente, continuar con esto o si sólo seguimos un dictamen: me parece que sus temas no sólo conciernen a la mexicanidad, sino que son universales.

D – Justo sobre estas exploraciones de qué es la realidad, qué es el sueño o la fantasía y cómo se construyen, ¿Cómo fue enfrentarse al proceso de cuestionar durante el rodaje si eras actor, alter ego o proyección del mejor amigo de alguien más?

Francisco Rubio– Yo lo vivía todo como una realidad porque considero que así se deben abordar las cosas. Del tono, del lenguaje y lo demás se encargarán los escritores, el director, la producción y la post al ver cómo se acomodan las piezas que aportamos. Yo creo que los procesos artísticos hay que vivirlos intensa y verdaderamente: saber que tú estás habitando una realidad que debe sentirse real desde tu interior para hacer que exista frente a otros. No importa si se va a plasmar como un sueño o un delirio, lo importante es hacerlo: es entregarse a ello. No hay que tener miedo a verse a uno mismo.