D – Sobre tu experiencia en Bardo, se sabe que Iñárritu es un personaje muy hermético en todo su proceso creativo: como pasó, justo, con esta película cuando sólo nos dieron el título del proyecto o los nombres de algunos actores, pero sin tener idea de qué iba a tratar o siquiera una idea de hacia dónde iría el proyecto. ¿Cuál fue el proceso de tu casting?
Francisco Rubio- Pasó en secreto absoluto. No supe para quién estaba audicionando porque, alrededor del proyecto, se manejaron muchos nombres, mucho radio pasillo, y yo pasé como cuatro meses sin saber exactamente con quién estaba trabajando ni conocer una historia concreta. Sólo me daban ciertas escenas, ciertos pies o situaciones, además de que tuve una entrevista donde exploré con el equipo los alcances emocionales que yo tenía y no sé: ahora sí que sólo Iñárritu y Luis Rosales sabrán para qué me pedían lo que me pedían. Yo solamente seguí el proceso. Y luego, un mes antes de filmar, me enteré que el trabajo era con Iñárritu y eso me llenó de nervios, miedos y sacó a pasear a todos mis monstruos, a todos los Luis Valdivia diciendo “no puedes, no te vas a quedar”. Tuve que hacer muchos ejercicios para meditar, tranquilizarme y aterrizar en el aquí y el ahora. Sobre todo porque el proceso pasó en las primeras etapas de la pandemia, cuando me di cuenta de que yo era tan vulnerable como Alejandro González Iñárritu en el sentido de que ninguno sabía si el proyecto iba a hacerse o no. Corrieron rumores de que la película se iba a caer, que los procesos se iban a cortar y bueno: pensé que, si eso pasaba, todas las personas involucradas íbamos a quedarnos sin nada. Eso me ayudó mucho a definir mejor el presente y es de los aprendizajes que más rescato tanto de la pandemia como de Bardo: esa posibilidad de humanizar sin distinciones. De alguna manera, la película también hace una invitación a vivir a plenitud lo que ocurre, a prestarle atención al interior, para evitar arrepentirnos por no hacer o no atrevernos a algo en algún momento.
D – Iñárritu mencionó que algunas de las críticas a la película quizá vienen de una falta de identificación con lo que pasa en pantalla, de que el surrealismo de Bardo no deja que algunas personas conecten a profundidad con la idea de mexicanidad propuesta. ¿Qué elementos de la película te ayudan a encontrar elementos de tu propia vida y tu identidad como mexicano?
Francisco Rubio – El malinchismo, los supuestos matriarcados atravesados por el machismo, esta sensación de no ser suficiente y compararse sin necesidad, de jalar a otros cuando despegan para no permitir el desarrollo de otras personas, la falta de momentos de introspección por servir a un sistema que quién sabe cómo o por qué se estableció y funciona como lo hace, en fin. Bardo es una invitación a preguntarse hacia dónde vamos, de si queremos, verdaderamente, continuar con esto o si sólo seguimos un dictamen: me parece que sus temas no sólo conciernen a la mexicanidad, sino que son universales.
D – Justo sobre estas exploraciones de qué es la realidad, qué es el sueño o la fantasía y cómo se construyen, ¿Cómo fue enfrentarse al proceso de cuestionar durante el rodaje si eras actor, alter ego o proyección del mejor amigo de alguien más?
Francisco Rubio– Yo lo vivía todo como una realidad porque considero que así se deben abordar las cosas. Del tono, del lenguaje y lo demás se encargarán los escritores, el director, la producción y la post al ver cómo se acomodan las piezas que aportamos. Yo creo que los procesos artísticos hay que vivirlos intensa y verdaderamente: saber que tú estás habitando una realidad que debe sentirse real desde tu interior para hacer que exista frente a otros. No importa si se va a plasmar como un sueño o un delirio, lo importante es hacerlo: es entregarse a ello. No hay que tener miedo a verse a uno mismo.