DANIELA MUÑOZ
DEBEMOS SEGUIR PELEANDO: LA POSTURA DEBE SER, LA PERMANENCIA. LA RESISTENCIA.
Foto: iEve González | Makeup: artpromakeup/ Yesenia | Styling: Cristian Navia | Producción: Roger SH
Soy Daniela Muñoz y me dedico a mis causas y a mis sueños. No podría decir que me dedico a una profesión como la medicina o la filosofía o al activismo, incluso. Mis sueños engloban, justo, muchas cosas como para decir que sólo hago una única o tengo un enfoque principal. Lo que toma el tiempo de mi vida son mis causas: al inicio de mi transición, cuando se cayeron un montón de pilares en mi vida, un montón de seguridades y perdí un montón de privilegios sociales, justo ahí me di cuenta de en qué podría gastar mi vida. Ya habiendo conocido a un montón de figuras en el camino, entendí que hay que darle causas a los días: me dedico a lograr un mundo más equitativo para mi comunidad.
Dixpa- ¿Cuál o cuáles han sido tus detonantes para emprender?
Daniela Muñoz- La mayoría de los emprendimientos nacen a través de la misma madre, la madre de la inventiva y la madre de la creatividad, es decir: la necesidad. Cuando en mi vida pierdo tres empleos, me corren de la universidad, me divorcio y un montón de cosas cambian drásticamente hasta llevarme a un punto donde paso seis meses sin trabajo por ser una mujer trans, pese a ir a cientos de entrevistas, entré a un momento de necesidad muy profundo: me hizo plantearme la pregunta de “si no puedo conseguir ser empleado por alguien más, ¿Qué hago?” Históricamente ha pasado para la comunidad trans y otras disidencias de la cisheteronorma que los lugares de donde nos amputan o donde ya no nos dan entrada los reformulamos, los reabrimos y los habitamos otra vez. Como todo espacio laboral me rechazó, yo decidí reconstruirlo en ese momento de necesidad: eso se convertiría en ioio. Estaba en la sala de mi casa con sólo 5 pesos en la bolsa y dije “¿qué hago con todo lo que tengo aquí? ¿Lo vendo? Bueno, si sí, pues, empiezo un changarrito de algo”. Pensé en que no sacaría mucho, por lo que, si emprendía con ese dinero y fallaba, uy. Me dije a mí misma “si pasa, te la pelaste”. Eso me llevó a la pregunta de qué pasaría si rentaba mis cosas: así no las perdía, pero obtenía una ganancia de ellas. Busqué en chinga cualquier empresa que te permitiera hacer algo como eso, pero me di cuenta de que no había ninguna. Decidí hacer una suerte de Marketplace que permitiera rentar desde tu set de vasos hasta tus servicios o un edificio entero. De ahí nace mi primer emprendimiento.
El otro, Transsalud, es una clínica para la comunidad trans que sale a mitad de la pandemia: nuestra comunidad, de por sí, suele tener un nulo acceso a la salud y cuando recién empezaba el confinamiento se acentúo. Ahí, algunas asociaciones se acercaron conmigo para preguntarme “¿eres doctora? ¿Eres trans?” Y yo respondía que sí. Lo que le seguía era que me pedían atenderles a un costo más accesible, a partir de los $280 pesos. Yo lo pensé como algo momentáneo, algo pequeño, algo que duraría la etapa más dura de la pandemia y no: no inventes. De 2021 para acá ya llevamos 1,300 pacientes.
D- De ioio, por ejemplo, ¿Cuál o cuáles aprendizajes dirías que te quedaron?
DM- Uno de los más grandes es que no toda buena idea puede funcionar: aunque la hagas con mucho cariño, aunque la hagas con todo tu esfuerzo, todos tus sueños, tus anhelos, con un montón de apoyo externo y un montón de gente que cree en la idea, bueno. Aunque la idea parezca invencible, no significa que tenga que funcionar. Otro aprendizaje que no puedes obtener sino emprendiendo como directora es que debes separar muy bien tus amistades, separar tu trabajo de todo lo demás en tu vida. La amistad más entrañable que he tenido hasta el momento se fracturó de manera, posiblemente, permanente porque yo no logré hacer esta separación que te comento. Me duele, en verdad, decirlo, pero cuando había discusiones yo no traté los temas como algo empresarial, mediado, que durara la junta y ya, sino que me permitía gritar, me dejaba ir como si no hubiera ninguna línea ni ninguna diferencia. Dije “ah, es mi amigo. Me aguanta el berrinche”, pero la verdad es que no. La otra es un aprendizaje muy contrario a lo que nos dicen de “escucha y confía en tu equipo”. Justo entre los más grandes tropiezos con ioio fue cómo, al principio, yo quería que el código se creara de una manera específica y quien estaba produciéndolo no estaba de acuerdo. Me decía “no, es que así no es, es de esta otra manera” y con el logo me pasó lo mismo, entonces, ni hablar. Accedí. Eso hizo que pasáramos dos años en un limbo con muchos otros pendientes repetidos hasta que les dije “las cosas se van a hacer así” y listo: eso nos permitió llegar hasta este punto donde, ahora sí, podemos resarcir los errores de un inicio. Otro aprendizaje muy, muy grande sería sí escuchar, pero también confiar en mi intuición. Está en todos los manuales de negocios, pero yo preferí darle una voz de iguales a mi equipo: por desgracia, en mi caso, fue contraproducente.
D- Asumo que te ha tocado vivir varios lados del Sector Salud en México y te ha tocado conocer tanto otros. ¿Cuál considerarías que es o son las reflexiones necesarias para los prestadores de servicios de salud en su trato hacia la comunidad LGBT+ y, en especial, con la comunidad trans?
DM- En Sector Salud, al menos en México, y de lo que me di cuenta con algunos viajes que he hecho para comparar el servicio que ofrecen en otros países, es que el problema a nivel nacional se acentúa por todas las intersecciones a las cuales nos enfrentamos como mexicanes. La reflexión y los esfuerzos deberían ir, primero, hacia un capitalismo democrático y no uno individualista, acumulativo ni híper consumista. La práctica médica privada tampoco está mucho mejor: es vomitivo que cobres mil o $1,800 pesos por una hora de tu vida cuando, a una persona vulnerada, puede tomar meses juntar ese dinero ¿Por qué una hora de atención médica cuesta semanas de producción, ahorro y esfuerzo de otra persona? Como dice Pepe Mujica, cuando gastas no gastas plata: gastas el tiempo de vida que fue necesario para obtener esa plata. Justo en ese periplo de producir para ahorrar muchas veces la gente termina desarrollando peores enfermedades, dolencias y más estragos de salud que en un principio. Si juntas para un Ángeles o cualquier otro espacio privado, uy: te tratan como con seda. Pero si vas a cualquier otro proveedor de servicios de salud público encontrarás los mismos problemas de un sistema sobresaturado: se busca despachar a las enfermedades tan rápido como se pueda. Llegas, entregas tus laboratorios, te recetan y te vas. Son consultas de ocho o doce minutos cuando mucho. En el sector público, además, tenemos también una inopia de cuáles son las experiencias de nuestra comunidad o cómo se ve, por ejemplo, la salud trans. Si vas a un IMSS, a un ISSTE, a un PEMEX o al hospital que sea no saben cómo tratarte y eso sólo pasa porque eres trans: como si fuera algo diferente o impensable. La realidad es que la misma Secretaría de Salud, por ejemplo, creó un protocolo de atención para la comunidad LGBT+ donde se dedica un capítulo entero a las personas transgénero y lo mismo con el protocolo del IMSS para tratar a esta comunidad en específico. Existen los manuales, pero no la distribución ni el acceso a ellos: ¿para qué masificamos procedimientos que ni siquiera vamos a utilizar?
El problema que sigue a esa falta de atención es que, cuando finalmente te atienden, comienzan las trabas, los rechazos y los estigmas. Me han tocado un par de casos donde niegan procedimientos como mastectomías e histerectomías por el género que viene registrado en la INE, cuando las dos son cirugías electivas según los manuales de las instituciones. Punto. No es una operación estética ni nada del estilo, sino un procedimiento que trata de armonizar psicológica, corporal y emocionalmente la existencia del paciente. Es un sistema de bemoles que nos aquejan así estemos en el sector público o en el privado. El capitalismo democrático permitiría la atención de un hospital ABC o un Ángeles Pedregal, pero con un costo “accesible”: se trata de encontrar un balance entre las posibilidades económicas del paciente y una remuneración justa para quienes laboramos en algún área de la salud. Y, aun así, te diré: muchas veces no se toman en cuenta las vulnerabilidades económicas de migrantes, de personas que ahorran dinero por semanas para pagar consultas de $280 o $300 pesos. Son realidades ignoradas donde el valor de una consulta puede ser la comida de los siguientes cuatro días. Además, ¿para qué queremos amasar dinero a costa de otres? Hace poco fui a Guatemala a una conferencia de emprendimientos, donde siempre se habla y se apuesta por emprendimientos unicornio y tal, pero yo de frente le pregunté a esa audiencia por qué y cuál era el propósito de capitalizar cantidades tan exorbitantes de dinero: si nosotros tenemos más de lo que podemos repartir como pago justo o más fondos de lo que podríamos usar en una vida, eso significa que algún sector social no está percibiendo ningún ingreso ni ningún excedente. Es así de fácil. ¿Por qué nos tragamos esta cultura del despojo? Transsalud y ioio son, justamente, empresas que buscan ser autosustentables y sobrias en cuanto a ganancias porque no necesitan más que lo esencial.
D- Entre las personas más heteronormadas y pegadas a la derecha existe el pánico moral de que las infancias puedan autodeterminar sus expresiones sexogenéricas o puedan ser manipuladas durante esos procesos. El problema principal, aparte del miedo sin fundamentos, está en que estas discusiones pueden generar leyes y restricciones demasiado severas. ¿Cómo desmantelar esa narrativa? ¿Cómo se enfrenta esa ola de desinformación?
DM- Es un problema con varias aristas. El conservadurismo y la cisheteronorma comparten un problema que es el adultocentrismo: creemos que una infancia o una adolescencia no sabe nada de nada sobre su propia vida. Y digo, probablemente no sepan qué estudiar, no sabrán qué carro les gusta más, qué comida prefieren, pero esos son gustos y preferencias. Ahora bien: la identidad no es eso. La identidad es algo que te constituye y conoces desde que tienes consciencia. Yo, por ejemplo, sé que soy Daniela desde siempre. Entre mis recuerdos más claros yo ya sabía que era ella, aunque no supiera nombrarlo ni conociera lo que significaba ser trans ni supiera por qué no me sentía identificada con el género que me habían asignado. No sabía que, a futuro, sería una mujer disidente de la cultura cishetero, pero el problema es ese: el adultocentrismo nos considera incapaces de decidir sobre nuestra identidad, aunque eso ni se decida ni se elija. Es, en todo caso, al revés: tu identidad va definiendo gran parte de tu camino. Sobre este mismo problema, me encanta lo que dice Kant: para salir de la minoría y llegar a la mayoría de edad, tenemos que poder dictarnos a nosotres mismes la norma de lo ético, lo justo, lo bello y lo que constituye el bien. Y me parece súper interesante esa propuesta porque, bajo esos estándares, ¿Quién carajos podría ser adulte? Nadie. El otro problema del conservadurismo es asumir que se le está imponiendo algo a las infancias y las adolescencias: creen que hay una cultura de liberación sexogenérica que busca convertir a todes como si con una varita mágica pudiera lograrse eso y no es así. Cuando tienes esas ideas es porque no has escuchado: simplemente no te has sentado ni con infancias ni con adolescencias a escucharlas. Esas ideas nacen de creencias personales e ideologías conservadoras. Si, por el contrario, esas personas se sentaran a hablar y a oír la experiencia de vida de infancias y adolescencias entenderían que, desde que cobraron consciencia, todes siempre han tenido bien claro quiénes eran. Ante eso, bueno, nunca falta quién diga “pero qué tal que se equivocan, qué tal si en un futuro quieren cambiar” y yo sólo digo: está bien. Sólo hay dos constantes en las leyes del universo y son el cambio y lo diverso. Basado en eso es que quien sea tiene derecho de flujo y la capacidad de ser libre y fluir entre identidad, orientaciones, imágenes corporales y demás. Por ponerte un ejemplo, si estoy tomando testosterona porque soy transmasculine y en un futuro digo “ahora quiero vivir más en el espectro femenino”, pues, de nuevo: está bien. La gente conservadora podría pegar el grito y decir “pero es que cómo, si van a quedar estériles”, pero eso es falso: y gritarán otro poco por “los efectos irreversibles” cuando, en realidad, no hay ningún efecto irreversible. Gracias a los avances de la medicina moderna sabemos que hay ciertos efectos que se revierten pasivamente, es decir: retirando el consumo de hormonas, y otros que revierten activamente, es decir: con acciones concretas. Las formas de pensar fundadas en la cerrazón o en vituperar falacias son propias de gente que no escucha, no dialoga y cree saberlo todo.
D- Ahora que se ha visto cada vez más cómo las personas de la comunidad se insertan en la vida política y cambian, poco a poco, las potencias. ¿Qué papel nos toca desempeñar como Comunidad?
DM- El papel que hemos tenido siempre: el papel de lucha y resistencia. Hasta hace muy poco, nuestra lucha ocurría en las calles y no hay que olvidar ese camino que comienza con Marsha y Stonewall. A partir de esas primeras protestas comenzamos a existir: empezamos a configurarnos como lucha. Las calles son nuestra Tierra Santa y no tenemos que dejarlas, pero sí necesitamos expandirnos a nuevos espacios como los que hay en contextos políticos. Hasta hace muy poco, aquí en México no figurábamos: hoy en día hay que seguir picando piedra para resistir, porque no faltará quién diga “pero las personas electas eran plurinominales, de cuota” y sí, pero también es cierto que por algo se empieza. De otra manera, ¿Cuál hubiera sido el camino? Socialmente, las personas que votan no van a pensar así nada más en su casilla electoral “hoy quiero votar por una mujer trans o una persona no binaria: tomen. Eso nunca pasará. Hay que seguir prestando atención y trabajando porque, aún si somos cuota, también existe el riesgo de los retrocesos: ahí está el caso del magistrade que aplicó para una candidatura en el INE y se la refutaron. No tenemos ganado el camino: si hay diputades, pues ahora que haya senadoras, que se ocupen los lugares que son nuestros también como comunidades votantes dentro de la sociedad. Como en cualquier configuración democrática donde conviven distintos grupos, tenemos derecho a la representación digna porque también aportamos, contribuimos, construimos y nos afecta lo que se decide a nivel político. Aunque las leyes tengan las mejores intenciones, no sean retroactivas y todo eso, aun así los mecanismos legales pueden ser usados para retroceder en materia de derechos y garantías individuales. Por eso mismo debemos seguir peleando: la postura debe ser la permanencia. La resistencia.
D- En este sentido de lucha, ¿Qué haces o cómo haces para recargar energía y seguir luchando?
DM- No sé, la verdad. Un punto que a mí me ayuda es tener pilares en mi vida: para poder vivir en esta ciudad con tanto bullicio moral, con tanto bullicio ético y de todo tipo, necesitas tener refugios. Uno de mis refugios es mi Güerejita, son las personas con quienes me rodeo: tanto las amistades como la comunidad que nos abrace. En esos espacios es donde recargo mis baterías y retomo energía, pero no es nada sencillo. Es cansado, sí, aunque me di cuenta de que es más cansado sólo vivir el dolor del mundo antes que pelear. Me han preguntado si no me agoto y tal, pero el mejor camino sigue siendo la lucha.
D- ¿Qué le dirías a la pequeña Daniela Muñoz si te la encontraras?
DM- Que le va a doler. Va a sufrir. Va a perder un montón de cosas y querrá dejar de caminar muchas, muchas veces. Que habrá puntos en su vida donde querrá arrepentirse de todo… que va a haber cosas que ya no va a recuperar, pero anhelaba. Que el camino que tenía planeado desde la adolescencia va a ser otro completamente nuevo y sus planes se van a desmoronar: no se imagina ni lo que le va a tocar. Que su camino será bien duro, pero no será imposible. Y que se va a dar cuenta que lo único imposible es lo que no se intenta. Y si lo intentas, Daniela, lo imposible solamente cuesta un poco más. Lo extraordinario no significa hacer un chingo: lo extraordinario es sólo hacer un poco más de lo ordinario para que salgan cosas un poco más especiales. Le diría que lo intente y que no se canse. Que en este pogromo de género ganará muchas cosas: una segunda familia, una forma de vida diferente a aquella llena de lujos y fama académica y que va a disfrutar muchísimo porque tendrá mucho tiempo para las cosas que le gustan, para las cosas que e importan. Le diría: para adelante.