Esmeralda Soto

Deconstruir siglos de discursos, valiéndonos solo de paciencia y compasión, es un acto de amor inmenso

Foto: iEve González | Styling: Manuel Delgado | MUAH: Yesi Del Angel @ArtProMakeUp | Locación: The Coffee Bar La Roma |  Producción: Roger SH

Look Verde: Just curvy con joyería Her Fave | Look Neon: DV clothing Co con joyería Her Fave | Look Negro: Just curvy con joyería Okoxal

Dixpa En nuestras entrevistas nos gusta empezar, también, con la pregunta ¿cómo definirías quién es Esmeralda Soto?

Esmeralda Soto – ¡Ay! Esmeralda Soto es un torbellino: es una mujer a quien no le gusta estar quieta, que encuentra raro hablar de sí misma en tercera persona y a quien le gusta estar en varios territorios y contextos. Por decir: no solo frente a la cámara, sino también detrás de ella. Me gustaría decir también, bueno, que tengo algo de misteriosa, pero la verdad es que no lo soy. Si acaso, soy todo al contrario a eso.

 

D – Revisando tu semblanza, vi que tienes diferentes raíces: nacida en Estados Unidos, pero con una vida que transcurrió entre Mexicali y Ciudad de México. ¿De dónde dirías que eres en realidad? ¿Sientes más apego por algún lugar o hubo alguna ciudad que te definiera más?

ES – Mi identidad me causa mucho conflicto porque sé que pertenezco a muchas partes y, al mismo tiempo, no pertenezco a ninguna. De repente en Ciudad de México me preguntan que de dónde soy y digo que de Mexicali, pero cuando estoy en Mexicali siempre responden que no soy de allá y mis amigos de Estados Unidos me dicen que tampoco soy de allá… he vivido casi toda mi vida en Ciudad de México, como casi toda mi familia, pero quiero mucho mi identidad como cachanilla y te diría que, aparte de sentir más apego por Mexicali, yo soy una mescolanza de todo.

D – Has tenido varias facetas o ramificaciones en tu carrera dentro del entretenimiento: tomaste cursos de clown, he tenido la fortuna de verte en el círculo de stand up y también La flor más bella se consolidó como uno de los shows más interesantes aparecidos en Netflix. ¿Crees que la combinación de estas disciplinas te ha ayudado en tu carrera como actriz?

ES – Creo que, como actriz, encuentro herramientas y crecimiento en todo lo que he agarrado en términos de clases o talleres. Un buen actor, como nos decía un profesor, necesita vivir. Y aparte de eso, necesita traer su saquito con herramientas, aunque no lo use. Hay que tener el catálogo lleno de cosas, de elementos y de experiencias: yo ya estudié doblaje, clown, pantomima, stand up y muchas ramas y variaciones de lo que puede hacerse sobre un escenario o frente a un público porque, al final, todas son primas. Siento que eso me nutre como actriz para que, no bien lo necesite, pueda usarlo.

D – Históricamente, al comediante siempre se le encasilla en cierto tipo de papeles y cierto tipo de personajes y comedias. A ti, ¿qué otro tipo de roles te gustaría explorar o ver dentro de la pantalla?

ES – Tristemente, tenemos una concepción muy pobre de la comedia: pareciera que un actor que hace comedia o se especializa en ella durante algún tiempo, pues, se atrofia y ahí se quedó. Es lo único que puede y podrá hacer y no tiene derecho de réplica, posibilidad de cambio ni potencial para crecer en otras direcciones. Mi tirada actualmente es buscar oportunidades para hacer esos otros personajes, esas otras historias, para explorar otros tonos donde no solo necesite o pueda ser chistosa.

D – Siempre ha habido un estigma o un estereotipo, o yo he decidido llamarlo así, de ser “el gordito chistoso” que todo el mundo espera cuando ve a una persona de talla grande. ¿Cómo enfrentas estas imágenes y estos estereotipos en el medio?

ES – Oye, sí: me da mucha risa, porque lo entiendo perfectamente, pero justo no quiero ser ese personaje por default ni en cámara ni en la vida real. No porque sea gorda, seré graciosa. Y si lo soy, bueno, simplemente lo soy. Hay mucho poder en adueñarse de ideas como esas para desarticularlas y entender que, en la vida real, no nos definen ni a nosotros ni a nuestras circunstancias. Las ideas preconcebidas nunca serán un todo, vaya, y por eso también apelo mucho por la aparición de personajes e historias más complejas, dentro y fuera del escenario.

DLa Flor más Bella me gustó mucho y apenas me enteré de que es una interpretación abierta de la vida de Michelle Rodríguez. Para mí, aparte de esto, me parece una declaración sobre ser tú mismo y cómo no hace falta cambiar quiénes somos para encajar. ¿Crees que, el resultado final, capturó o combinó algo de tu esencia con la primera propuesta del guion?

ES – Totalmente: creo que el equipo entero dejó mucho de sí en La flor más bella. Es, como dices, una historia inspirada en Michelle, que fue muy generosa al prestarnos algunas de sus historias de juventud y diría que su cuchara es la que más presencia tiene, pero a esa se le suma la cuchara de nuestra escritora, Fernanda Eguiarte, más las directoras, más la mía y eso dio como resultado un personaje totalmente nuevo y distinto de lo que teníamos planeado al principio. Durante los rodajes, yo me sentí totalmente libre de poder improvisar con el papel de Mich y es una historia que todavía tengo abrazada con mucha fuerza. Volviendo a la pregunta, sí, sí habla mucho de quién era yo en la secundaria y eso es de lo más maravilloso que tiene el personaje: no termina siendo solo de una, sino que es de todas.

D – Gracias a tu papel en La Flor más Bella comienzan a aparecer más oportunidades, más ofertas y exposición para tu trabajo: ¿cómo ha sido la evolución de tu carrera tras los videos de Backdoor, tu creación de contenido para redes sociales, hasta tener protagónicos en programas de Netflix?

ES – Pues ha sido muy interesante: me da mucho orgullo, la verdad, porque no nada más fue exponencial ni estuvo salido de la nada. Llevo 10 años en redes sociales y, antes de eso 10 años, ya llevaba haciendo teatro otro tanto. Tenía más de una década trabajando y  requirió mucho esfuerzo y mucha paciencia seguir adelante hasta que llegó a mis manos La Flor más Bella: fue maravilloso porque tanto el momento como el tiempo donde se presentó, me parecieron perfectos. A partir de ahí, pues, sigo haciendo un poco lo mismo en términos de no bajar mi ritmo de trabajo ni aprendizajes, pero también con La Flor más Bella llegué a un punto en mi carrera donde ya hay una puerta de entrada más clara a lo que yo hago: la gente puede conocer con más facilidad mi repertorio y ver esto que te digo sobre ser una actriz todoterreno con canto, baile, actuación, comedia y demás. Este papel me dio una oportunidad gigantesca para jugar, divertirme y demostrarme y demostrar que sí puedo.

D – Hace poco se estrenó Los (casi) ídolos de Bahía Colorada: tengo familia en el norte del país y, cuando vi la película, no dejaba de pensar en tíos o primos que tengo en aquel lado del país. ¿Cómo fue tu experiencia durante el rodaje? ¿Tuviste que sacar alguna experiencia familiar para definir a tu personaje? 

ES – Cuando me dijeron del acento, por ejemplo, me chuleaban mucho porque se les hacía muy padre cómo me quedaba. Yo les decía “es que soy culichi, nomás que aquí lo escondo. Nada más llego al aeropuerto de Mexicali y saco mi primer saludo de ‘¡Amá!’, ya vuelve”. La historia de la película me pareció cercana en más de una manera: sumado a la historia en sí, también creo que es una carta de amor hacia la identidad norteña, a ser excéntrico, a ser ruidoso, grande y chistoso. Es la suma de la felicidad por allá y Ricardo Castro hizo un trabajo magnífico con la película. Fue un honor trabajar con un equipo tan bonito y, en el camino, poder reflejarme y divertirme tanto.

D – ¿Consideras que ha habido algún cambio en la industria tras la incorporación de nuevas corporalidades?

ES – Ojalá, sobre todo, los esfuerzos continúen: al hacer La flor más bella y ver a mis amigues trabajando y protagonizando otras series, películas y teniendo más presencia en otros medios, realmente siento esperanzas de que la industria, en algún momento, será mucho más diversa de verdad y no solo tendrá a una o dos personas no hegemónicas en un rincón, sin ningún diálogo ni relevancia para la historia, por esta idea vieja de cumplir con una “cuota”. Lo que yo siempre digo es que La flor más bella me dejó hambre de más, de llevar más lejos a estos personajes no hegemónicos y ver a dónde nos lleva.

D – Fuera de pantalla, donde no siempre podemos controlar nuestras circunstancias, entiendo que el año pasado fuiste diagnosticada con esclerosis múltiple. ¿Cómo ha cambiado tu vida y tu carrera a partir de este diagnóstico?

ES – Ya voy a cumplir dos años viviendo con esclerosis múltiple y ha sido un recorrido muy interesante: recibí el diagnóstico casi al mismo tiempo que grabé La Flor y, justo, dos días antes de empezar a grabarla, tuve una plática con el equipo donde hablamos sobre el tema. Ha sido muy interesante darme cuenta de cuántas personas viven con enfermedades crónicas o son de la comunidad disca y que, muchas veces, se topan con opiniones o perspectivas construidas o repetidas desde la ignorancia y que hace falta desarticular. En este momento de mi vida, a dos años de sentir que me había caído una maldición, la verdad es que vivo tranquila y ahora utilizo mis circunstancias como otra oportunidad para transformarme, para ser una nueva Esmeralda, para cuidarme más y a partir de ahí, pues, crecer e intentar más cosas. Este es uno de los nuevos motores de muchas de mis historias, de muchas de las cosas que ahora escribo, de mi stand up, en fin. Antes que ser una maldición o algo que me estanque, ha sido lo contrario.

D – A todes nos gustaría ver a más mujeres, ver cuerpos grandes, ver representaciones no hegemónicas en el cine u ocupando papeles principales en producciones multimedia. ¿Qué te parece la representación de las discapacidades y el abanico de experiencias y variables humanas en los medios audiovisuales?

ES – Es muy pobre: apenas estamos apelando por personajes que no sean blancos, imagínate. Y eso también se extiende a cuando hablo de personajes con discapacidad. O peor: ¿cuántas veces no hemos visto historias que hablan sobre personas en silla de ruedas, pero que son protagonizadas por personas sin ninguna discapacidad? Hay miles de personas viviendo con alguna condición, que también actúan y son muy talentosas, pero no se les ha dado ninguna oportunidad frente a las cámaras. Ahora que estoy de este lado, sí siento mucho fuego y mucha gasolina el saber que ahora puedo decirle al mundo “estamos aquí”. Y claro: siempre habrá gente más talentosa o con mejor voz o más experiencias personales o lo que sea que podría contar estas historias para darles otros matices. Nos toca abrir todavía más la industria, de tal modo que puedan entrar estas nuevas voces, pero también sabiendo que las historias sobre discapacidad tampoco tienen que ser, exclusivamente, sobre dificultades, crisis existenciales, ni deben buscar siempre una justificación sobre por qué el personaje está en este mundo y existe. La gente igual se sorprendería si decidiéramos crear buenas historias partiendo de lo cotidiano.

D – ¿Te ha tocado enfrentar algún tipo de rechazo o discriminación, ya sea por tu enfermedad, por tu diagnóstico, por ser mujer, etcétera?

ES – Me ha tocado la discriminación por mi cuerpo, para empezar por ahí. No se me dan oportunidades de hacer ningún casting de personajes con los que no cumplo con el perfil físico, pero yo lo que me pregunto es: ¿por qué yo no podría hacerlo? Y casi nunca hay una razón de peso, aparte de algo que vaya por el lado de no entrar dentro de alguna categoría o variante que pertenezca a los cuerpos hegemónicos. Por otro lado, sí me ha tocado lidiar con la ignorancia de otras personas y la falta de empatía respecto a que, vaya, ahora soy una persona con necesidades especiales. Me ha tocado lidiar con personas que no quieren entender lo que me pasa, que piensan que es un capricho cuando les digo cómo o qué siento en mi cuerpo, pero es pura ignorancia frente a mi enfermedad y un rechazo a aprender sobre mis necesidades. Cada que voy a alguna producción nueva les digo “oye, tampoco que les esté pidiendo demasiado” porque, en serio, he vivido mis papeles en la industria con el miedo de que me rechacen por mi esclerosis, pero también: sé que tengo el mejor tratamiento médico disponible y, pues, ya lo que me toca es tratar de vivir mi vida con toda la plenitud posible.

D – Este año, en México, el gremio de la comedia se cimbró tras la boda de Mau Nieto y el breakdown de Ricardo O’Farill. Viendo cómo se volvieron públicas las exigencias y el desgaste mental y físico, además de los abusos y violencias del medio de la comedia, ¿qué tan importante consideras la salud mental para la carrera de cualquier artista?

ES – No, bueno. En lo personal, yo necesito ese acompañamiento terapéutico: me encanta ir, aunque eso significa invertir miles de pesos cada año, pero es que somos personas que trabajan con sus sentimientos y sus cuerpos y son herramientas que necesitan cuidados y deben irse afinando y cuidando siempre. No es como que tomo una terapia y ya: estoy curado. O tomo medicamentos a la hora que me tocan y ya: desaparece mi enfermedad. Son cosas que todo el tiempo tenemos que trabajar, que requieren atención, recursos, consultas y constancia, sobre todo cuando hacemos trabajo sobre un escenario o tras una cámara.

D – Sobre el stand up, este año te he visto muy activa en el circuito de comedia en la Ciudad de México. ¿Te gustaría dedicarle un poquito más de tu carrera a este medio?

ES – Sí, yo creo que antes estaba muy cómoda siendo abridora de shows y ya. Lo entendía y lo compartía diciendo “hola, soy actriz, y de repente hago stand up”, pero ahorita si quiero ganarme mi título de standupera y decir “soy actriz y soy standupera”. Lo estoy tomando con una seriedad mayor y, a corto o mediano plazo, quisiera tener un especialito listo. Aunque todavía es algo que me da mucho miedo, la verdad es que igual me subo y lo hago.

D – ¿Qué viene para ti? ¿Algún papel que te gustaría interpretar a corto o mediano plazo? 

ES – ¿Sabes? Esto se me metió hace poquito, pero me fascinaría verme en alguna producción de Marvel. Es totalmente inesperado porque yo jamás lo tuve en la cabeza desde un principio o algo así. No era mi tirada. Pero sí: me gustaría ser tomada en cuenta para algún proyecto así. Cuando hago ejercicio pienso “estoy lista: vamos a darle a lo que quieran”. Estaría muy padre tener un superhéroe que pudiéramos sentir más cerca de las personas, en el sentido de que tuviera características totalmente comunes, que se vea y exista como tú o yo, pero sea terriblemente extraordinario.

D – ¿De dónde surgió esa idea? ¿Te gustan los comics?

ES – Sí, sí me han gustado desde hace mucho tiempo, pero a partir de La flor más bella descubrí lo importante que es vernos en les otres y poder identificarnos. Por eso pienso que, si La flor más bella fue un inicio maravilloso, qué genial sería darle una superhistoria a morras que crecieron como yo, creyéndose un poco o muy invisibles, y de repente puedan vean un reflejo suyo salvando al mundo. Pienso mucho en mi hermana pequeña y en cuánta importancia no tendría un referente así para su vida. Por otro lado, bueno, también me encantaría hacer otras cosas: yo los objetivos que tengo bien marcados son ganar un Oscar, estar con Meryl Streep y ser amigas íntimas, estar con Cate Blanchett y tomar té, y conocer a Glenn Close.

D – Ya para cerrar, personalmente te considero un estandarte en la lucha contra la gordofobia: sí creo que le das escaparate a un grupo de personas que ya somos mayoría en este país, pero que somos invisibilizados y hechos menos. ¿Qué les dirías a nuestros lectores que todavía están en ese proceso de la aceptación de su cuerpo?

ES – Creo que es un camino no lineal. No creo que uno despierte y diga “ya estoy satisfecha”. Aceptación no significa que tengo que amar totalmente todo, porque, por ejemplo, habrá cosas que, hasta la fecha, no me gusten y sigo queriendo cambiar. La diferencia está en ya no buscar o querer ese cambio desde una idea tóxica o agresiva conmigo, desde ese “odio mi cuerpo y quiero esconderme y no quiero salir”. La aceptación requiere aprender cómo amarse y desaprender todo el odio hacia lo diferente que se nos ha inculcado. Requiere mucha paciencia, entonces, bueno, hace falta no desesperarnos y replantearnos cuáles ideas sí son nuestras y cuáles fueron inculcadas. Deconstruir siglos de discursos, valiéndonos solo con paciencia y compasión, es un acto de amor inmenso.

D – Finalmente: si tuvieras la oportunidad de ver a la Esmeralda de hace diez años, que apenas iba empezando, ¿qué le dirías?

ES – A la Esmeralda de quince años le diría “deja de tomar esos medicamentos para bajar de peso. Nos van a volver locas”. Que los sacrificios, al final, no lo fueron tanto y que las decisiones que está tomando serán las correctas. Que no se va a arrepentir. Yo desde la secundaria, o a lo mejor desde antes, no salía mucho porque estaba en el club de teatro y era muy ñoña. No era raro que me preguntara a mí misma si valdría la pena seguir por ese camino… entonces, Esmeralda: sí, sí vale la pena y nos va a encantar seguir siendo ñoñas y nos vamos a seguir creyendo del elenco de Glee. Le diría: estoy orgullosa de ti.